Textos: José Ramón Ubieto

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La crisis de lo mismo

El término crisis es antiguo. Para los griegos Krisis remite a juicio, algo que atañe, pues, a una decisión que implica directamente la subjetividad. Es también un momento decisivo que puede tener consecuencias importantes, o el cambio brusco en el curso de una enfermedad, ya sea para mejorar o para agravarse.

Su conexión con el tiempo es clara. Como señala François Ansermet “la crisis implica (…) una ruptura temporal”[1]. Un real irrumpe y ya es imposible saber qué pasará a continuación.

Esa incertidumbre es lo que todos los estudios sobre el impacto de la crisis en las vidas de las personas subrayan. Hablan de pérdida del LC (locus de control), como el factor ansiógeno más importante, y que en algunos casos puede llevar al suicidio, por la deslocalización que sufre el sujeto en relación a sus coordenadas subjetivas.

Efecto notable en el homo faber, padre que ejercía de sustentador principal convertido, por mor de la crisis laboral, en un “hombre al sol” sin capacidad para el “bread-winner” (el que trae el pan a casa). De allí las propuestas de holding social (acompañamiento y soporte) como paliativo de ese hombre sin atributos, despojado de su principal activo.

Este sentimiento de inutilidad, que vemos en muchos de estos hombres, nos confirma que hoy la obsolencia programada no afecta sólo a los objetos, también a las personas que son evacuadas como desperdicios, resto que queda afuera del sistema productivo. Los nuevos lenguajes de la crisis, cargados de eufemismos, muestran las dificultades de una sociedad para hacerse cargo de sus propios desechos, de eso que ella produce en su “backdoor” como residuo no reciclable por el sistema. Hoy, la diferencia entre producto y desecho se difumina y por eso hablamos de tele basura o de contrato basura.

 

¿Nuevos semblantes de la masculinidad y feminidad?

En el régimen patriarcal era la mujer la que quedaba más objetalizada, en la escena sexual y en otros ámbitos de la vida. Ahora la crisis acelera la inversión de roles y torna problemático el papel del hombre. Para algunos esto tiene una lectura en clave de poder: “ellas quieren mandar”.

Este declive de la masculinidad corre paralelo al declive de la imagen social y tradicional del padre, lo que obliga a revisitar ambas. Si el “seguro fálico” pasaba por su aportación económica, ahora emergen las dificultades en la convivencia de pareja, puesto que sienten que no tienen nada que ofrecer. Surge entonces un sentimiento de infantilización: “nos tratan como niños y supervisan todo lo que hacemos mal en casa y con los hijos”. La regresión que este desplazamiento comporta, en ocasiones puede ser un factor de reacción agresiva, como reverso de la impotencia y la desorientación.

Es por eso que pensar en las formas que toman hoy la masculinidad y la feminidad implica leer la época, o lo que es lo mismo buscar una interpretación del impacto de la crisis en la que vivimos. Crisis más profunda que la económica, y que alcanza también lo laboral, lo social, lo familiar y las relaciones sexuales, por supuesto.

Lacan, en su escrito de 1962 sobre la sexualidad femenina, decía que las “imágenes y símbolos en la mujer no podrían aislarse de las imágenes y de los símbolos de la mujer”.[2] Sería extraño pensar en los semblantes sexuales al margen del discurso de época. Por eso nos conviene tener una lectura útil de esta crisis de época, para interpretarla.

“Greed is good”, (la codicia es buena), lema del Gordon Gekko de la película Wall Street, anunciaba en los ochenta la era del darwinismo social. Richard Sennett lo corroboró más recientemente al declarar de manera contundente que el capitalismo, en los últimos veinte años, se ha hecho completamente hostil a la construcción de la vida.

La exacerbación de ese lado salvaje se inicia con la desregulación de los años ochenta, liderada por Margaret Thatcher y Ronald Reagan, como nos lo ha mostrado de manera rigurosa Thomas Piketty[3]. En nombre de ideales democráticos y de progreso (libertad, autonomía, crecimiento), y con el apoyo de las nuevas tecnologías, se enmascara esa voluntad de goce que no conoce límites y cuyo resorte pulsional y entrópico es evidente: no tiene otra finalidad que ella misma.

Hoy ya percibimos con claridad que no sólo se trata de liquidar formas de trabajo o de creación, sino de constatar que el propio sujeto consumidor es ante todo un consumible. Esta tesis ha sido dicha de muchas maneras y uno de los que la anticipó a finales de los sesenta fue Jacques Lacan, cuando señaló los rasgos de este discurso que ambiciona la anulación de cualquier pérdida –de allí su pasión por reciclarlo todo, incluida la protesta- y tiene la convicción cínica de que en la vida, finalmente se trata sólo del goce. Es por ello que el amor -que siempre presupone la existencia de una falta, de un anhelo- no tiene lugar en el discurso capitalista, salvo en su condición de mercancía consumible.

Los mecanismos de regulación tradicionales que constituían el soporte, la matriz de la construcción identitaria, ya no se ajustan a las normas tradicionales bien analizadas por Freud en su teoría edípica y encarnados en las formas clásicas de la familia conyugal.

Por otra parte, las novedades que nos ha traído la hipermodernidad, con su apología del individualismo, del yo y del cuerpo emocionado y autogestionado, no parecen ofrecer un marco simbólico sólido para las nuevas identidades.

Las marcas en el cuerpo no dan para diferenciar y sostener los cuerpos y las identidades sexuales. Son marcas unisex, parejas de los Uno solo, los “todos solteros” para los que sólo el amor podría funcionar como mediación.[4]

Lo que resalta esta tendencia, en cambio, es el imperativo de obtener la máxima satisfacción en nuestra vida cotidiana con cualquier cosa que hagamos. Goce que, aun siendo diverso en sus formas, resulta homogéneo en su empuje: lo fálico -como lógica del tener objetos, contables y calculables, programables, seguros y fáciles- parece imponerse para ellos y ellas. Toda la erótica digital parece funcionar en ese paradigma.

 

Sexo y capitalismo: la nueva erótica digital

Apps como Tinder, webs como AdoptaUnTio[5] y otras muchas, proponen una relación entre los sexos y una identidad masculina/femenina basada en la contabilidad, la seguridad y la accesibilidad. No parece, sin embargo, que el sexo “easy garantice la armonía sexual y evite las quejas de unos y otras.

Como nuestro tiempo es el de las paradojas, al tiempo que se impone este funcionamiento, se renuevan también modelos fundamentalistas y parecen surgir otros más inspirados en cierta feminización del mundo, donde prima más el reconocimiento de la falta, la sorpresa y una lógica menos calculada y calculable. Un funcionamiento que parecería, propicia más el encuentro con la alteridad que implica siempre el otro sexo, abierto al otro.

Esta pregunta por cómo incluir lo femenino entendido como lo altero vale para hombres y mujeres. También las mujeres deben hacer con esa extrañeza si no quieren reducirse a una lógica fálica, como podría ocurrir con el aumento reciente de las maternidades como sustitutos, para algunas mujeres, de la pareja. La maternidad, cuando se vive como posesión del hijo, puede ser una manera de velar la condición femenina.

Lógica fálica que encontramos hoy en la nueva erótica digital, donde la popularidad contabilizada es un rasgo común. Un paciente joven explica cómo comparten las “conquistas” con sus amigos al comprobar que en algunos casos tienen, dice, “cromos repetidos” para aludir al hecho de que hay chicas que los han aprobado, a varios de ellos, en el Tinder. Como si se tratase de un casting amoroso, prima la evaluación del sujeto reducido al fetichismo de la mercancía.

Realizar el acto sexual no es la finalidad última y única de estas apps ni, sobre todo, del uso “off label“(singular) que hacen muchos de los jóvenes. Hasta tal punto que los responsables de estas aplicaciones animan a sus usuarios a testimoniar de sus encuentros reales, para que los otros usuarios del servicio se convenzan de que la app sirve para el propósito para la que fue creada.

Lo reprimido en esta nueva erótica ya no es el sexo sino la confesión amorosa, ya que no existen las palabras para explicar bien esa inexistencia de la armonía sexual: que dos cuerpos juntos no aseguran que haya relación. El sentimentalismo y la historia de amor, que la recubrían, siguen funcionando como ficciones, pero con menos fuerza. Los adolescentes, con sus nuevos semblantes sexuales, muy ligados al enjambre digital, nos muestran cómo esa verdad atemporal ha estado más velada en otros momentos por una serie de significantes amos, palabras claves, que ofrecían sin ambigüedades un perfil claro de los tipos sexuales, una respuesta a las preguntas de cómo ser un hombre o cómo ser una mujer.

Ahora, frente a la ausencia del manual de cómo hacer con la alteridad que implica siempre el Otro sexo, constatamos fórmulas en crisis, tanto en la masculinidad – como rebote del propio declive de la imagen social del padre- como en la feminidad, con un aumento de los estilos viriles entre las chicas.

La tesis del psicoanalista francés Serge Cottet sobre el sexo débil de los adolescentes nos sirve de guía.[6] Nuestros jóvenes han recibido una amplia y suficiente educación sexual, ya desde los primeros cursos escolares, y sin embargo eso no les ahorra inventar ficciones, historias de amor, para hacer con su cuerpo y la sexualidad. Y es allí donde observamos las dificultades.

Se constata así cómo cierto tipo sexual, bien encarnado por algunos jóvenes con otros códigos culturales, tiene éxito por remedar ese sentimentalismo, obsoleto en otras clases sociales, a veces acompañado de actitudes de dominio y/o violencia.

La pornografía parece haberse convertido en la principal escuela de iniciación sexual contemporánea, de allí su enorme éxito y las espectaculares cifras del negocio del ciberporno. En la era de la imagen, los relatos y cuentos sobre los primeros amores que acompañaban la educación sentimental, han perdido fuerza. Hoy, los chicos y chicas descubren la sexualidad a través de la invasión continua de imágenes de escenas sexuales donde se muestran, hasta la saciedad, cuerpos practicando el sexo de manera mecánica.

Si la época victoriana fue el summum de la represión de la sexualidad, hemos iniciado el siglo XXI con el éxito del porno, que hace del coito exhibido un espectáculo a la carta, basta para ello con un simple clic del ratón. Donde había historias de amor que velaban el sexo, hoy tenemos, como señala Jacques Alain Miller[7], la incitación y la provocación a través de fantasmas filmados, con la variedad apropiada para satisfacer los apetitos perversos en su diversidad.

Allí donde, en la erótica analógica, primaba la transgresión, ahora se trata de combatir la abulia y la depresión mediante la compulsión para reanimar un deseo un tanto alicaído. Hoy, una declaración de amor eterno es, sin duda, más transgresora que el sexo itinerante.

Lo virtual permite además reducir el impacto del encuentro con el cuerpo del otro. En cierto modo “limpiar” lo sexual de sus impurezas, convertir lo que podría ser deseo oscuro en una transparente voluntad. La app Good2go, creada por una madre de estudiantes, se propone así como una herramienta para tener relaciones sexuales consensuadas “previniendo así el ataque sexual”, lo que incluye un test de sobriedad y el sí quiero explícito.[8]

Incluso el propio acto sexual tiene esa función de velo para enmascarar lo que el sexo mismo tiene de enigmático. Un paciente relata un triple encuentro sexual con usuarias de Tinder en el intervalo de un “finde. En el trasfondo de esa metonimia, que le permite deslizarse de una mujer a otra con un simple “touch, está la novia que ha dejado por no poder traspasar el tabú de la virginidad. Hacerlo con otras, desconocidas, le permite mantener la ficción de esa armonía entre los sexos, la ilusión de que la relación sexual existe, aunque sea reducida a la gimnasia del acto.

¿No estaremos pues asistiendo a una crisis de lo mismo? ¿A una crisis de este funcionamiento fálico homogeneizante que produce abulia, aburrimiento, depresión y de allí compulsión (porno)?

Lo simbólico ya no es lo que era y hoy hay algo que se sale del “frame, del marco tradicional. Por otro lado, y como recordaba recientemente Miquel Bassols: “siempre habrá un fallo en el principio del placer y en los mercados, para hacer frente a los modos de goce del sujeto de nuestro tiempo. Y es este fracaso, en esta forma de insuficiencia exitosa del principio del placer, por así decirlo, a la que nos referimos como un síntoma, donde el psicoanálisis siempre tendrá su oportunidad” .[9]Sabemos que lo real es tozudo y vuelve siempre al mismo lugar. Nos convoca entonces a poner en acto la invención como respuesta, hecha del bricolaje singular de cada uno, en una lógica que perturba esa mismidad que se propone hoy como solución colectiva “prêt-à-porter”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

José Ramón Ubieto. AP. Psicoanalista en Barcelona. Miembro de la ELP y de la AMP

jubieto@yahoo.es

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] Ansermet, F. « La crise à Genève ! » Lacan Quotidien nº 506, 3 de mayo de 2015

Consultado el 14/5/2015. http://www.lacanquotidien.fr/blog/wp-content/uploads/2015/05/LQ-506.pdf

 

[2] Lacan, J. “Ideas directivas para un congreso sobre sexualidad femenina”, Escritos 2, Siglo XXI, Bs. As., 1987, pág. 707

 

[3] Pikkety, T. (2014). “El capital en el siglo XXI”. Madrid, Fondo de Cultura Económica.

4 Miller, J.-A. “Una fantasía”. IV Congreso de la AMP – 2004 (Comandatuba). Consultado el 14/5/2015 http://www.congresoamp.com/es/template.php?file=Textos/Conferencia-de-Jacques-Alain-Miller-en-Comandatuba.html

 

[5] Consultado el 14/5/2015. https://www.adoptauntio.es/

 

 

[6] Cottet, S. (2008). “El sexo débil de los adolescentes: sexo-máquina y mitología del corazón”. Revista Virtualia núm. 17. Consultado el 14/05/2015 http://virtualia.eol.org.ar/017/default.asp?dossier/cottet.html

[7] Miller, J.-A. “El inconsciente y el cuerpo hablante”. Consultado el 14/05/2015 http://wapol.org/es/articulos/Template.asp?intTipoPagina=4&intPublicacion=13&intEdicion=9&intIdiomaPublicacion=1&intArticulo=2742&intIdiomaArticulo=1

[8] Consultado el 14/05/2015: http://good2goapp.com/

[9] Bassols, M. “Incidences cliniques de la crise financière”. Intervention en séance plénière dans le Congrès de la New Lacaniana School (NLS) à Genève, le 9 Mai 2015, sur “Moments de crise”. Consultado el 14/05/2015. http://miquelbassols.blogspot.com.es/