El debate*

Jorge Alemán, Gustavo Dessal, Marco Mauas

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Publicamos aquí los elementos de un debate por mail entre Jorge Alemán, Gustavo Dessal, y Marco Mauas. Mauas es de Tel-Aviv, Alemán y Dessal de Madrid; los tres son nacidos en Argentina; son miembros de la AMP. Últimos libros aparecidos: Jorge Alemán, En la frontera. Sujeto y capitalismo, Gedisa, 2014; Zigmunt Bauman y Gustavo Dessal, El retorno del péndulo. Sobre psicoanálisis y el futuro del mundo liquido, Fondo de Cultura Económica de España, 2014.

*Publicado inicialmente en el nº 488 de Lacan Cotidiano. Lo publicamos aquí con la amable autorización de su dirección.

 

Marco Mauas a Jorge Alemán y Gustavo Dessal. 9 febrero 2015

Según Jorge Alemán, no hay más que un solo malestar en la cultura: el discurso capitalista. Es una idea que, me parece, gana popularidad en el seno de la AMP, porque Gustavo Dessal explica de la misma manera el efecto ISIS. Hay un único malestar, el del discurso capitalista, el neoliberalismo. Todo eso en nombre de Lacan. Pregunta: ¿y la existencia de los psicoanalistas? ¿Deberíamos hacer la revolución? ¿Abandonar el consultorio y los textos? ¿A las armas, psicoanalistas?

 

Gustavo Dessal a Marco Mauas (I). 13 febrero 2015

No sé si el discurso capitalista tiene en el seno de nuestra AMP la “popularidad” que nuestro compañero Marco parece advertir. Espero que en ella el discurso analítico lo supere con creces, pero sucede que ahora (y trasladando a lo político lo que Lacan descubrió sobre el sujeto del psicoanálisis, ese hijo bastardo salido de las entrañas de la ciencia) más que nunca el discurso analítico da la verdad del discurso capitalista, incluso mejor de lo que el marxismo supo hacerlo. Debe de ser esa la razón por la que, de un tiempo a esta parte, lo sacamos a relucir con frecuencia. A algunos de nosotros (me incluyo de manera especial) nos ha costado comprender por qué Lacan hizo del capitalismo un discurso, alterando ligeramente nada menos que el matema del discurso del inconsciente. Nos ha costado comprender que en la doctrina de Lacan el discurso capitalista es otra cosa que el sistema capitalista, al punto de que –en tanto discurso- el capitalismo ha logrado reinar incluso en aquellos confines del mundo donde el sistema capitalista parece muy lejos de haber conquistado su emplazamiento. Lacan concibió el discurso capitalista como un funcionamiento cuya lógica no depende de lo que tradicionalmente entendemos como un determinado modo de producción. Consciente de que

los modos de producción, siguiendo los principios del inconsciente, acabarían por convertirse en dispositivos que no requieren productores (las máquinas, cada vez más numerosas, son un saber sin sujeto), Lacan prefirió dar mayor relieve al plus de gozar que a la plusvalía, pese a haberse inspirado en esta última para proponer la primera. En otras palabras, dado que el discurso capitalista constituye, por encima de todo, la mayor y más lograda fuerza histórica de explotación de la pulsión humana, no debería sorprendernos que pueda concebirse como el punto gravitatorio del malestar en el estado actual de la civilización, por encima de todas las diferencias y singularidades locales. El discurso capitalista, tal como Lacan lo formula, no es ni una infraestructura ni una superestructura, sino una transversalidad respecto a cualquier forma de relativismo cultural, al punto de que nacionalismos, regionalismos, provincialismos, fundamentalismos y todos los demás ismos que podríamos añadir a la lista, son las tumoraciones, los abortos prematuros, malformaciones, residuos radioactivos en los que brilla el destello feroz del terror y la certidumbre de lo Absoluto.

Cuando Lacan habló del “triunfo de la religión” se refirió al catolicismo, tal vez porque en 1974 fuera difícil percibir que el fundamentalismo islámico reunía las condiciones más idóneas para convertirse en el correlato del discurso capitalista: la única modalidad de creencia donde la colonización del cuerpo por la lengua ha alcanzado una plenitud incomparable. El discurso capitalista y la yihad comparten una peculiaridad topológica: la inexistencia de un espacio exterior.

Por supuesto, no he pretendido ni pretendo explicar de un modo mecánico, una causalidad ingenua, el surgimiento de ISIS, fenómeno que requiere el manejo de numerosas variables, algunas de ellas demasiado delicadas y sensibles para esgrimirlas en este debate. Mis reflexiones en “Todos somos Charlie…y mucho más”[1] se han limitado a salir al paso de los que se apresuraban a vociferar que el mal empieza con la “m” de “Mohamed”.

Supongo que Marco ironiza cuando pregunta si los analistas debemos abandonar las consultas y tomar las armas. A este respecto, Marco, te recomiendo la lectura de Unrestricted Warfare,[2] donde Qiao Liang y Wang Xiangsui (generales chinos y además ¡poetas!) explican la actual e irreversible imposibilidad de la guerra convencional.

No. Creo que hacemos mejor nuestro trabajo en las consultas y las instituciones en las que acogemos el malestar que podemos abordar con las palabras. A diferencia de algunos colegas, soy un tanto escéptico sobre lo que el psicoanálisis puede hacer en beneficio de un proceso emancipatorio colectivo. No obstante, tengo una alta estima por la perseverante elaboración que sobre el tema lleva, desde hace años, Jorge Alemán (cuya obra no es preciso detallar) o contribuciones como el reciente artículo de Joaquín Caretti[3].

Por mi parte, me contento con que, de vez en cuando, pueda como analista contribuir a que alguien se separe de aquella voz que brama: “Tú eres el que me seguirás…”

 

Marco Mauas a Gustavo Dessal. 13 febrero 2015

Agradezco la generosidad y el esfuerzo de la respuesta de Gustavo. Diré que, de entrada, noto una pequeña diferencia con lo enunciado por Jorge Alemán, para quien el discurso capitalista es «el único malestar».[4]

Gustavo dice que es «el punto gravitatorio» del malestar en el estado actual de la civilización. Esto ya es un alivio, es bajarlo un poco, un poquitín apenas, de ese «Absoluto» que luego retorna en su texto. Se puede conversar, quizás. Lo que me cuesta mas comprender, aun, a pesar de sus aclaraciones, es dónde ubica él la acción, la existencia de los psicoanalistas. Aparentemente, «acoger el malestar», separarse de la voz que brama «tú eres el que me seguirás» (¿incluida la voz que brama sobre el discurso capitalista?). Me suena tan modesta esta respuesta, demasiado, casi culposa. O casi una disculpa.

Es una disculpa, ésta que me parece leer en el texto de Gustavo, que tiene un antecedente noble pero triste. La disculpa de Bleger, aquel día que presentó frente al PC su libro   Psicoanálisis y dialéctica materialista, en 1958. La dialéctica que presentó, su intento de explicación y disculpa, solo logró humillarlo más. Bleger quiso hacer aceptar el valor del psicoanálisis. La acusación de sostener el orden capitalista con su libro y su posición, le valió la expulsión de las filas estalinistas.

Es una vieja crítica al psicoanálisis. Ésta de solo aliviar, y así sostener el orden, reforzarlo. Lacan, cuando reescribe la plusvalía como plus de goce, realiza, a mi entender, aquello que ya Freud enderezaba respecto de la psiquiatría en sus conferencias de 1917: el psicoanálisis no será un sirviente de la psiquiatría. Entonces, con Lacan, tampoco será sirviente de ningún discurso sobre el capitalismo. Si lo escribe, pues escribirlo no es para denunciarlo, ni para quejarse de que es el único malestar, ni para proponer un alivio, sino para rectificarlo. No será el psicoanálisis sirviente, ni de los “fools” de izquierda ni de los “knages” de derecha, pues es ese discurso el que toma el lápiz y escribe a los otros. Ninguna modestia, ninguna disculpa en Lacan. Y su escritura del discurso capitalista es inseparable de la ceguera de la política respecto al goce, sea la política que sea, simpática o antipática, respecto de los gustos.

La política bruta (¿es que hay una política fina? ¿Cuál? ¿La de Fouche?), desde la escritura de los discursos, es simplemente segregativa. Hay que admitirlo. Y no tiene una respuesta para su ceguera. Tanto ISIS como el capital no llegan muy lejos, a pesar de sus horrores. No nos aclaran nada sobre el malestar en la civilización.

ISIS con su reino del Uno, y el capital mundial, con su retorno a la familia.[5] No entiendo aun que sería «un proceso emancipatorio colectivo». Existen momentos de entusiasmo, de alivio colectivo, sin duda. De preciosa libertad. No voy a citar aquí a Lacan sobre las revoluciones. Es Kafka quien dice, en algún lado, que cuando una revolución termina, llegan los hombres con traje y máquinas de escribir.

Creo que el discurso analítico, con su énfasis actual en el cuerpo que habla, es el mas interesante obstáculo, objeción, stop, nuevo, inédito, a la tiranía sutil y brutal de las máquinas de escribir a las que se refiere Kafka, tanto capitalistas como revolucionarias. No solo lo creo, lo siento. Y creo que acentuar en exceso el papel del discurso capitalista es un síntoma de la Escuela. A descifrar.

 

Gustavo Dessal a Marco Mauas (II) 15 de Febrero 2015

Que Marco Mauas encuentre “modesta” mi posición como analista, es algo en lo que puedo reconocerme, puesto que la práctica del psicoanálisis no consiste, como lo recuerda Lacan, en echarse sobre la espalda los problemas del mundo. En efecto, no simpatizo con ninguna Cruzada, ni me sumo a Ejército de Salvación alguno. Que Marco lo considere la manifestación de un sentimiento de culpa, más aún, de una disculpa, cae fuera de mi comprensión. Desde luego, él es muy libre de darle a mis palabras la interpretación que más le complazca, incluso de conferirme el honor de asemejarme al profesor José Bleger, comparación inmerecida, ya que carezco del talento de aquella legendaria figura del psicoanálisis.

Un “proceso emancipador colectivo” es lo que algunos sectores tratan de impulsar apostando a que Otra política es posible, y en la que el psicoanálisis habría de cumplir un papel decisivo. Mantener mis reservas al respecto no creo que exprese mi deseo de contribuir al mantenimiento del orden actual, ni que constituya un signo de claudicación. Es difícil medir el alcance de lo que puede significar la subversión del sujeto. Que el acto analítico le dé su oportunidad, no me parece algo tan insignificante como lo “siente” Marco, hombre al parecer muy propenso a las grandes y desbordantes manifestaciones sentimentales en todo lo que escribe.

Me alegro por él. Necesitamos hombres así, apasionados, que sepan guiarnos hacia la verdad. De paso, le estaríamos muy agradecidos si pudiera iluminarnos sobre cuál es el mejor uso que podríamos hacer del discurso analítico. La invocación a Kafka es muy hermosa, pero intuyo que Mauas no se conforma con metáforas, puesto que golpea todos los tambores de la obra de Lacan con la impetuosidad de Mayumana. Y si no es mucho pedir, le rogaría que nos ayude a descifrar el empeño sintomático de nuestra Escuela en ocuparse del discurso capitalista. Si andamos tan desencaminados, alguien deber tomar cartas en el asunto. Marco podría ser la persona indicada.

Por mi parte, nada más al respecto. Suena el timbre, y debo recibir a alguien que viene para que “alivie” su miseria neurótica. ¡Ay, qué ocupación tan minúscula! ¡Qué ínfima gota de Eros en el ancho mar de Thanatos! Es curioso: hasta ahora no se me había ocurrido que debería sentirme por ello avergonzado.

 

Jorge Alemán: contribución al debate. 15 de Febrero 2015

El discurso Capitalista

Tuve la oportunidad de exponerlo frente a usted, en unas jornadas de Madrid en 1982, me apasionó que fuese un movimiento circular y sin corte. Siempre traté de apartar ese «contradiscurso» de la «disancia» de la que usted habla en El ultimísimo Lacan. Indagué a partir del mismo, un nuevo tipo de inteligibilidad sobre el famoso «neoliberalismo». En cierta forma considero al Discurso capitalista una anticipación lacaniana, que permite darle otro alcance a la figura que estudió Foucault: «el emprendedor de si» en el origen del neoliberalismo, y su reverso “el hombre endeudado» en La genealogía de la Moral en Nietzsche.

La salida propuesta por Lacan a partir del Santo, me llevó a reformular la Gelassenheit (Serenidad) heideggeriana y el mundo de la Técnica. Hay una homología de estructura entre la Técnica formulada por Heidegger y el Discurso capitalista. En ambos casos, las figuras de la desconexión de dichos funcionamientos no puede ser esbozada, salvo de un modo enigmático. No creo que haya una gran popularidad de estos temas en la AMP, al menos en lo que a mí respecta son más numerosos los que, desde el exterior de la AMP, se dirigen a mí. Salvo para algún profeta que anticipa que los psicoanalistas de la AMP se volverán partisanos de la nueva Armada Brancaleone, con las pastillas de la hipertensión a cuestas.

 

Revolución

Por lo que se desprende del acceso al plus de goce en el movimiento circular, no hay lugar para efectuar un corte en el Discurso capitalista. Hasta la pobreza ha mutado y ha sido infiltrada por el mismo. En la miseria actual se presentan distintas prácticas de goce que repudian a la verdad. Por ello, la izquierda lacaniana que propugno es «conservadora» en un nuevo sentido. Es el capitalismo el que es «revolucionario». De lo que se trata, como afirma Walter Benjamin, es de echar el freno de mano al Capital, y para eso es necesario distinguir algo que se confunde, incluso en los llamados filósofos postlacanianos, de los que me diferencio pormenorizadamente en mis textos. A saber: es necesario diferenciar el momento de captura del ser vivo por lalengua y su Soledad irreductible de las lógicas de la Dominación en sus distintas acepciones. Si estos dos lugares se confunden y el Poder, como se piensa en la secuencia Deleuze-Negri, es capaz de producir hasta la misma subjetividad, no existen posibilidades para la política. No se podría entender porqué el Neoliberalismo es la primera formación histórica que pretende tocar el «núcleo» de constitución del sujeto y producir, como los totalitarismos del siglo XX, “un Hombre Nuevo». La izquierda lacaniana, a diferencia de los proyectos revolucionarios -que siempre quedaron atrapados en el circuito de la Virtud y el Terror- pretende discutir con la izquierda que se reclama de la Emancipación, lo que merece ser conservado, o lo que le hace obstáculo al circuito de la Mercancía. Por tanto, veo en la enseñanza de Lacan, el despliegue de todos los términos que dan cuenta de la emergencia del ser hablante y que no son apropiables por la lógica del Capital. Lacan, escéptico en materia política, no es un revolucionario, es un «conservador subversivo» que, sin embargo, permite pensar que el Discurso Capitalista no es un crimen perfecto.

 

Izquierda Lacaniana

Nunca pretendí que los psicoanalistas se volvieran de izquierda, es importantísimo que se multipliquen las consultas y la relación con los textos, y que se afiance siempre su Escuela. Esa sigue siendo mi práctica y he contribuido a ello en distintas ciudades. Ahora mismo imparto un curso sobre El ultimísimo Lacan, en Málaga y sobre El Ser y el Uno, en Madrid. Ni siquiera pretendo perturbar el escepticismo del que hacen gala los psicoanalistas con respecto a los procesos colectivos, sólo me molesta cuando lo que se esconde tras eso es una vulgar posición reaccionaria. Pero confieso que tengo un gusto especial por llevar el escepticismo del psicoanálisis al terreno de las apuestas políticas que considero transformadoras, e intentar combatir a la metafísica que le sirve de «tapón a la política» (Lacan). Quizás es mi anhelo pensar que la Historia no es sólo, como se empeña en mostrar, aquello que conduce a la pesadilla del sacrifico mortífero a los dioses oscuros y al Campo como punto de fuga en las sociedades contemporáneas. Por ello, sí me interesa llevar a Lacan al centro de la acción política y volver lacaniana a la izquierda, ahora que parece que ha descubierto que no hay sujeto teleológico orientado históricamente hacia un final, y que el Discurso es una fuerza material del que tienen que saber algo si quieren ser algo más que «almas bellas» que se fascinan con la imagen del revolucionario. Por todo esto, emprendí la tarea de pensar categorías de la izquierda clásica y contemporánea reformuladas por la enseñanza de Lacan, a saber, lo Común, la Igualdad, la Voluntad Colectiva, la Emancipación, etc. Pero intento hacerlo, a diferencia de los filósofos que se inspiran en Lacan, a partir de lo que enseña la experiencia del inconsciente, sin la trampa de intentar llevar a Lacan al ingreso en un sistema filosófico. La filosofía, de un modo u otro, se constituye siempre en un idealismo con respecto al Real lacaniano.

Sin la irrupción contingente de algunos momentos igualitarios en la Historia y su saber en reserva, la Historia no sería otra cosa que la pesadilla que conduce a la Shoah.

 

Marco Mauas: después del debate. 10 de Marzo 2015

La existencia del psicoanalista hace agujero en el marxismo

¿Qué consecuencias tiene la lectura “de evangelio” que hace Lacan de la plusvalía, cuando dice que es sencillamente “plus de goce”? Si la plusvalía no fuera más que la extracción por obra del capital(ista) de un valor de cambio del trabajador, y ello en razón de ser accesible a las leyes del intercambio, entonces la revolución sería, en efecto, lo que se repite sin cesar en los discursos revolucionarios: devolver a los trabajadores el objeto que se les ha robado, hacer justicia distributiva, reparar lo mal hecho. Ahora bien, si la plusvalía no es más que plus de gozar, se trata de una sustancia muy otra. Es una sustancia que, lejos de reconocer el espacio partes extra partes de Descartes, lo perfora, y así justifica el esfuerzo de Lacan para, esta sustancia, “ceñirla, arrinconarla, hacerla chillar” con los nudos, y más precisamente con el agujero que hace de la existencia otra cosa diferente del existencialismo, aunque tenga éste sus cartas de nobleza. El problema es, entonces, que esto es lo impensable del marxismo. La existencia del psicoanalista, he aquí lo que hace agujero en el marxismo. Este agujero no tiene comunicación con el saber, sino solamente con la libertad. Pero libertad, según nos lo recordó François Leguil el año pasado, durante su última visita en Israel, es uno de los nombres de lo real. Se llega entonces a esta consecuencia, que el psicoanalista, de existir, hace obstáculo al discurso de la libertad.

 

 

El ocho de Enero de 2015 Télam online publicaba un artículo de Gustavo Dessal: “Todos somos Charlie…y mucho más”. Incluimos aquí el enlace a la noticia por indicación expresa de su autor.

http://www.telam.com.ar/notas/201501/91341-todos-somos-charlie-y-mucho-mas.html

 

 

[1] Dessal, G. 8 janvier 2015. (Disponible en: http://www.telam.com.ar/notas/201501/91341-todos-somos-charlie-y-mucho-mas.html)

[2] Qiao L. & Wang X., Unrestricted Warfare: China’s Master Plan to Destroy America, Los Angeles, Pan American Publishing Company, 2002

(Disponible en: http://www.terrorism.com/documents/unrestricted.pdf)

[3]Caretti, J. 8 février 2015: ”Procesos emancipatorios, servidumbre voluntaria y singularidad”

(Disponible en: http://www.eldiario.es/autores/joaquin_caretti/)

[4](http://www.diarioc.com.ar/inf_general/El_discurso_capitalista_segun_Lacanla_guerra_que_esta_viniendo/239325)

 

[5] Cf. Thomas Picketty