Lacan propone avanzar en la interpretación del sueño a partir de los anagramas, singulares equívocos, que dan lugar a “extrañas puntuaciones de escrito”22. Freud había mostrado -a través del rebús- el valor de la imagen como letra y entendía las investigaciones sobre el lenguaje como uno de los múltiples intereses del psicoanálisis. El lenguaje gestual de la histeria coincidía con el lenguaje figural del sueño mientras que el lenguaje de pensamiento de las neurosis obsesivas y parafrenias evidenciaba particulares “plasmaciones idiomáticas”23.

Lacan se refiere a Saussure; se detiene primero en el signo lingüístico y, luego en ese “otro Saussure”: el de los anagramas. Lo hace en Aún, seminario en el que se sitúa el inicio de su última enseñanza. Los anagramas son solidarios de un aumento de la potencia de lo real; ellos constituyen un recurso para operar con esa excepcional conjunción entre sentido y real designada por el sinthome.

Los anagramas y lalengua

Saussure observó que algunas piezas de la literatura indo-europea siguen estructuras rítmicas determinadas por grupos de fonemas o sílabas que se repiten de acuerdo con determinados patrones. En algunos himnos, en la Ilíada, la Odisea, los anagramas parecen evocar los nombres propios de los héroes o dioses24. Así, los nombres de Agamenon, Bellefontes y Zefiros, descompuestos en grupos de fonemas sucesivos, resonaban anagramáticamente en versos homéricos. El nombre latente aparece fragmentado en el verso manifiesto; un nombre simple se insinúa de modo complejo en las sílabas de un verso. Un foco virtual no pronunciado puede reconstituirse con sílabas y fonemas dispersos.

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