Al inicio del 2020 comenzó lo que luego supuso una pandemia a nivel mundial provocada por el virus del Covid 19. A pesar de que estamos en el Siglo XXI nos hemos encontrado que todo nuestro “aparente” progreso científico no ha servido para tratar la pandemia de otra forma que como la de otras pestes a lo largo de la historia, con el “confinamiento”. Confirmamos así lo que Freud nos advierte sobre el progreso.

Esto inmediatamente afectó a nuestra práctica que necesita del movimiento de los cuerpos para realizarse, aunque también nos enfrentó a la pregunta ¿qué hacer, con los medios que la técnica pone a nuestro alcance para poder mantener las sesiones por video o telefónicas, pues el confinamiento se suponía largo? Se mostraba en acto que no somos extraterritoriales. Como cualquier otra actividad no vinculada a cubrir las necesidades esenciales para la vida, la nuestra se suspendía si no se optaba por la vía telemática. Al mismo tiempo asistíamos al relato incesante de las cifras siniestras de las muertes por Covid.

Mi primera respuesta frente a este acontecimiento imprevisto, aunque anunciado por los científicos y la ciencia ficción, fue ofrecer a los analizantes la posibilidad de seguir su trabajo analítico con los medios de que se disponía. En una situación donde el movimiento, la presencia, y el encuentro de los cuerpos estaba tan afectado me parecía importante al menos mantener el lazo y “cierta presencia”, vía la imagen virtual y la voz, para que el trabajo de la transferencia siguiera. Y junto a los colegas me volqué en el estudio a través de carteles de la ELP del CF y espacios de la Sede de Madrid. Fue un descubrimiento para mí comprobar que muchos colegas sobre todo en Latinoamérica ya tenían la experiencia de realizar en ocasiones práctica telemática.

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