Pepa Freiría

Este sueño, que acabo de soñar y en cuyo tenue borde te hiciste no visible, limita con la nada.
José Ángel Valente, Ausencia[1]

El sueño como revelación

La experiencia analítica convoca al sueño, del que se espera alguna revelación de una verdad oculta, pero después de la revelación de la ausencia de sentido fuera del fantasma, siguen los sueños. Si los tomamos desde la última enseñanza de Lacan, la revelación que él sitúa en el horizonte, es la del objeto a como causa de goce y aún más, la del objeto a como semblante.

Cito a Toni Vicens en su libro testimonial Lenta, precipitadamente, una experiencia psicoanalítica:[2] “Sencillamente, del sueño se extrae la razón de un estado depresivo inscripto en mi historia a la salida de una escenografía fantasmática, de camino hacia lo peor y del que salgo gracias al psicoanálisis… entiendo que el deseo es causado por un objeto parcial que, a la vez que encarna una ración de goce, nos apega a ella como un límite fuera del cual sólo encontramos la vida sin amor. El psicoanálisis permite saber algo de eso que nos deja con la boca abierta, como diciendo la a. Quizá no sea mucho, pero puede cambiar completamente el modo de comportarse en la vida”.

Un punto de borde

Al abordar el tema del sueño, aparece esa cuestión del borde que ha ocupado a lo largo de los siglos a poetas, pintores, filósofos, místicos… también al psicoanálisis. Una de sus formas se refiere a la dificultad de diferenciar las dos materias, las dos dimensiones, la del sueño y la de la vigilia. Dónde están las luces y dónde las sombras.

Freud, en el primer capítulo de su gran producción sobre la Interpretación de los sueños, investigando la bibliografía científica sobre los problemas del sueño, da cuenta de dos opiniones contrapuestas: aquellos que dicen que el sueño es algo enteramente separado de la realidad vivenciada en la vigilia, con un abismo insuperable entre ambos, y una mayoría de autores que defienden la opinión contraria, de que el sueño se anuda de algún modo con la vida consciente, que existe un hilo de continuidad. Para Freud “lo en apariencia contrario es igualmente cierto y verdadero”. Para él, todo el material que compone el contenido del sueño procede de algún modo de lo vivenciado. Sin embargo, obtener el nexo entre ambas cosas, “es tarea harto difícil y no siempre posible”.[3]

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