Beatriz García

El psicoanálisis freudiano fue pionero en tratar el trauma psíquico como causa de los síntomas. En 1894, Freud dice, en Las neuropsicosis de defensa,[1] que en la génesis de los síntomas hay una representación intolerable para el Yo, que va a producir un síntoma para defenderse. La conciencia quedará disociada, y los contenidos traumáticos separados de la conciencia, pero no por ello eliminados. El paciente no quiere saber nada de la representación sexual intolerable y la considerará como no sucedida, de forma que el exceso de excitación será desplazado al cuerpo, en el caso de la histeria, y en el caso de la neurosis obsesiva quedará fijado a representaciones e ideaciones obsesivas. Aquí ya vamos a tener una primera cuestión fundamental para el modo en que el psicoanálisis piensa la cuestión de lo traumático: entre el trauma y el efecto, digamos las secuelas, está la respuesta del sujeto. No todos los sujetos responden de la misma manera a un mismo acontecimiento traumático.

En sus Estudios sobre la histeria[2] desarrollará la teoría de la seducción, a saber: detrás de los síntomas hay un trauma sexual, una escena en la que un adulto ha ejercido una seducción sexual en algún momento de la infancia del sujeto. Freud deduce esto porque sus pacientes siempre le relataban escenas de este tipo. Tiempo después, en la carta 69 a Fliess le dirá: “Ya no creo más en mi ‘neurótica’”,[3] pasando a suponer que se trata de fantasías que, sin embargo, tienen un papel importante en la génesis de los síntomas. El paso de la teoría de la seducción a la teoría del fantasma, da inicio al psicoanálisis en tanto lo determinante no es la existencia de un hecho de la realidad sino la realidad psíquica y la respuesta que da el sujeto.

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