Silvia Baudini y Fabián Naparstek*

Tengo todo el derecho, tal como Freud, de compartir mis sueños con ustedes.

Al revés que los de Freud, no están inspirados por el deseo de dormir.

Lo que me mueve, más bien, es el deseo de despertar. Pero, en fin, eso es particular.

Jacques Lacan[1]

1900 es el año que marca el inicio del psicoanálisis: Freud publica La interpretación de los sueños. En 2020, ciento veinte años después, estamos en nuestra orientación —la orientación lacaniana— centrando el eje del XII Congreso de la AMP en torno a El sueño. Su interpretación y su uso en la cura lacaniana. El sueño en singular es el sueño que se liga al soñante, a un cuerpo que sueña y que habla de ese sueño a su analista. El sueño lo escuchamos en singular, tal como Jacques-Alain Miller lo hace valer en la traducción de laTraumdeutung de Freud, allí donde los traductores apostaron más bien por una versión en plural de la interpretación de los sueños.

El sueño se engrana de este modo con el cuerpo hablante y con lo que del inconsciente se verifica cuando analizamos al parlêtre.

Es en el intercambio con Jacques-Alain Miller y con otros colegas que surge este tema,[2] a la vez tan propio del psicoanálisis desde sus orígenes, pero que hoy nos plantea nuevas preguntas. Ya en Río de Janeiro Jacques-Alain Miller nos advertía que nos habíamos detenido demasiado en el cuerpo y no en el inconsciente. Pues, tomar el sueño nos orienta en aquella dirección. Así, este tema también se articula con la elaboración que venimos haciendo de un congreso al otro: Un real para el siglo XXI, Inconsciente y cuerpo hablante y Las psicosis ordinarias y las otras, bajo transferencia. A su vez, en este título se pone a cielo abierto —a través de “la cura lacaniana”— el trabajo de los analistas en su práctica. Recordamos que La práctica lacaniana había sido el título del Congreso de Comandatuba y en esta oportunidad se ha preferido no repetirlo.

Plantear la práctica por la vía del sueño consideramos que es un modo de hacerle el envés a la época. Dado que vivimos en una época que algunos describen como la época de la transparencia,[3] en donde hay una pérdida de sentido, donde todo es expuesto y se muestra de manera explícita perdiéndose la distancia entre lo íntimo y lo público. Época de la llamada “praxis de la post-privacy”.[4] Sin embargo, los sueños aún mantienen un lazo con lo más íntimo y a la vez se siguen presentando como enigmáticos para uno mismo y para los otros. ¡Los sueños no son transparentes! Los sueños aún empujan a ser interpretados. ¡Para soñar aún cerramos los ojos!

Hace poco tiempo, Christine Angot sorprendió a los lectores con un libro. En Una semana de vacaciones[5] de la manera más explícita se “expone” una relación incestuosa de una joven con su padre, sin velo. Jacques-Alain Miller va a hablar de la “alegría del inconsciente”[6] frente al infierno que vive la joven ante la presencia de ese padre “obsoleto y patógeno”.[7] ¿Por qué “ella” no sale corriendo?, ¿por qué no grita?, ¿por qué no patalea?, ¿por qué no se escapa? Porque el “no”, el límite, el freno, viene del inconsciente. El freno al padre irrefrenable surge por la vía regia del inconsciente. El sueño de “ella”, relatado, es el tope para “él”. “Ella” pasa de estar aplastada por su tropismo hacia ese padre a la “alegría del inconsciente”, que no significa una fiesta del goce, sino entrar en el mundo de las “extravagancias del deseo”. Quizá esta pequeña novela y el comentario de Jacques-Alain Miller nos permitan orientarnos en una época que ha cambiado respecto de la de Freud para seguir la vía del deseo singular que dice “no” a lo peor. “A lo que del Padre podría llevar a lo peor”.[8]

En 1911, Freud advierte al médico acerca del uso a dar a la interpretación de los sueños.[9] Nunca será lícito demorar el interés del análisis en provecho de la exhaustividad de la interpretación del sueño. Un sueño está hecho de palabras, es un texto y como tal se lee. A su vez, para Lacan un sueño no introduce a ninguna experiencia insondable, y se lee en sus equívocos de manera anagramática.[10] Lacan, en su ultimísima enseñanza, deja la lingüística —dice Miller que deja de delirar con la lingüística[11]— es decir de hacer del orden simbólico la clave del psicoanálisis.[12] Diferenciamos entonces, lo que en el sueño corresponde al campo de la ficción edípica y al campo de lalengua. Lacan señala que el hecho de que el analizante no hable sino de sus parientes, es porque éstos le han enseñado lalengua.[13]

En la Apertura de la Sección Clínica, del año 1977,[14] Lacan nos indica que la clínica psicoanalítica debe consistir no solo en interrogar el análisis, sino en interrogar a los analistas, para que den cuenta de lo que su práctica tiene de azarosa, lo que justifica que Freud haya existido.[15] Pone a la clínica, a la práctica de cada uno por encima de las teorías, la suya inclusive, dice “he colaborado”,[16] pero agrega que no es una razón para quedarse allí. Podemos pues, pensar que este Congreso abre un espacio y un tiempo para interrogar el sueño en lo que cada práctica tiene de azarosa y cómo el sueño viene cada vez a dar cuenta o no de un real para cada uno.

La tesis freudiana sobre los sueños implica que son una realización (alucinatoria) de deseos. Respecto de esto se pueden aislar tres tiempos en la obra de Freud. Un primer momento donde todo sueño es una realización de deseos y por ende el sueño se hace interpretable. Un segundo tiempo con la aparición del “más allá del principio del placer” donde Freud debe reconocer la aparición de sueños que no son una realización de deseos y por ende no interpretables. Finalmente, un tercer período donde hay un Freud que depone las armas y acepta variar su tesis central sobre los sueños. Ya no se va a tratar de la excepción —como en Más allá del principio del placer—, sino que el sueño tiene una falla.

Si bien es cierto que el límite a la interpretación de los sueños está presente desde un comienzo al postular Freud la existencia del ombligo del sueño, en el tercer tiempo del que hablamos avanza un paso más. La visión o figurabilidad como transposición de los representantes en imágenes es el mecanismo de una “alucinación inocua”[17] y el compromiso (la transacción) es el resultado que permite tramitar a la moción pulsional. A partir de este punto redefine su tesis central y él mismo se encarga de observar que no se trata de una excepción, sino que hay allí una modificación estructural. En Más allá del principio del placer, la excepción se refería a los sueños traumáticos, sin embargo, en este último momento arriba a la deducción de que “la fijación inconsciente a un trauma parece contarse entre los principales impedimentos de la función del sueño”.[18]

Es decir, que mientras todo sujeto conlleva una fijación al trauma, el sueño pasa a ser “un intento de realización”,[19] pero con la posibilidad de ser fallido ya que se podría “volver activa la pulsión aflorante de la fijación traumática”.[20] Pues, la función del sueño, como “todo acto psíquico de pleno derecho”, es “transmudar el episodio traumático en una realización de deseo”.[21] En este sentido, “el sueño de la inyección de Irma” pone en juego la presencia de un resto diurno, impreciso, que está dado por la entonación de la voz que queda resonando de Otto. Pues, Freud plantea que se sueña para seguir trabajando y en ese punto hay una relación totalmente estrecha entre la función del resto y la función de la causa. A su vez, Lacan trabaja este sueño y da cuenta de dos interrupciones. Por un lado, la visión de la garganta, visión que angustia. Ante esto se pregunta ¿por qué no despierta Freud? y señala que “tiene agallas”.[22] En ese sueño Freud llega hasta el “fondo de las cosas”[23] poniendo en juego el cuerpo como cuerpo hablante y gozante, mas allá del narcisismo, más allá de la imagen o más bien como dice Lacan en el Seminario 23, la imagen no es sin comportar afectos.[24] En el mismo lugar, Lacan ubica lo real, la angustia, el órgano sexual femenino y la muerte. Sin embargo, cabe aclarar acá que esta visión angustiante no deja de tener un marco imaginario en los límites de la apertura de la boca. Por otro lado, la segunda interrupción está ligada a la escritura,[25] al límite mismo de la palabra. “El sueño, que culminó una primera vez, culmina una segunda vez al final en una fórmula escrita, con su lado mane, thecel, phares, sobre el muro, más allá de lo que no podemos dejar de nombrar como la palabra, el rumor universal. Al igual que el oráculo, la fórmula no da ninguna respuesta a nada”.[26]Planteadas las cosas de esta manera encontramos dos límites a una circulación permanente entre lo simbólico y lo imaginario. Cuando se tiene el sueño (iS)[27] encontramos interrupciones ligadas al despertar y que habría que verificar en cada ocasión de qué tipo de interrupción se trata. Pero también cuando se interpreta el sueño (sI)[28] hay un límite llamado ombligo. En ambos casos la estructura del sueño con su despertar y su límite permite situar una orientación en la cura.

Tal como Jacques-Alain Miller nos recuerda, para Lacan el estatuto del inconsciente no es óntico sino ético, nos dice que es completamente legítimo que alguien no espere nada de un sueño, ni de su sentido. Pero que: “Es preciso que haya, en el origen, un sujeto que al contrario decida no ser indiferente al fenómeno freudiano”.[29] No ser indiferente al fenómeno freudiano, que no es lo mismo que interpretar los sueños a la manera freudiana, quiere decir que hay que decidir ser analizante, y analizante del propio “no querer saber nada de eso”. Ya que, como dice Miller es completamente legítimo pensar que no hay nada que hacer, no hay nada que esperar de contar los sueños ni de intentar darles un sentido.[30] La posición analizante está más allá de esa legitimidad e implica un forzamiento y una decisión. En esa vía, el término “uso” introduce a un más allá de las ficciones del ser y Miller lo pone a la par del término “estructura”. El uso desestructura el sistema simbólico para introducirnos en el sintagma “uso lógico del sinthoma”. Se trata, dice Miller, de una pragmática superior.

Así mismo, Jacques-Alain Miller señala[31] que hay sueños donde puede hacerse presente un goce no tomado en la máquina ficcional, interdictiva, donde el goce como acontecimiento de cuerpo se hace presente. Asimismo, en ciertas psicosis el sueño no llama a la interpretación y puede ser una manera de aplacar la voz insoportable de la alucinación. El sueño como formación del inconsciente se regla por la lógica interdicción/permiso, tal como el sueño de Anna Freud. Allí, el goce debe ser rechazado para ser alcanzado en la escala invertida de la ley del deseo.[32] Pero cuando Lacan ubica el goce femenino como el régimen del goce en tanto tal, ya no se trata de prohibición y permiso, sino que es acontecimiento de cuerpo y opaco por ser rebelde al sentido, pero no a la lógica, ya que se trata de un real que puede demostrarse.

Marie-Hélène Brousse nos invita de este modo a revisar los avances de Lacan y luego de Jacques-Alain Miller sobre el inconsciente real, distinguido del inconsciente descifrable y transferencial desde la perspectiva del sueño: “¿Cómo se presenta este nuevo binario y qué uso hacemos nosotros en las curas de orientación lacaniana desde la perspectiva del sueño?”.[33]

La une-bévue, l´unbewussten, pura homofonía, alegría del inconsciente. “La une bévue reclama un significante que sería nuevo, no para que haya un significante suplementario, sino porque en vez de estar contaminado por el sueño, este significante nuevo desencadenaría un despertar”.[34]

A su vez, Éric Laurent nos propone diferenciar la fórmula freudiana que sostiene que los sueños son una realización del deseo, por una fórmula lacaniana donde en los sueños se apunta a la realización del despertar. Un Lacan antifreudiano que permitiría descifrar el sueño —dándole todo el valor que aún hoy puede tener el descifrar— para que advenga como instrumento del despertar.[35] Advirtiendo, a la vez, que no existe un estado despierto permanente; eso sería la muerte. Es a partir de su uso y no solo de su interpretación como el sueño mantiene su vigencia en la época actual. Si cada Congreso es una herejía que hace existir la Escuela Una,[36] creemos, y así lo esperamos, que el próximo Congreso contribuirá a orientar a los analistas en su lectura del sueño en la cura lacaniana de hoy.

 

 

Silvia Baudini. AME; EOL. Psicoanalista en Buenos Aires.

sbaudini@gmail.com

 

Fabián Naparstek. AME; EOL. Psicoanalista en Buenos Aires.

fanapa@eol.org.ar

[1]* Directores del XII Congreso de la AMP, a celebrar en Buenos Aires del 13 al 17 de abril de 2020.

Lacan, J., “La tercera”, Revista Lacaniana de Psicoanálisis nº 18, Buenos Aires, Grama, EOL, 2015, págs. 22-23.

 

[2] Harari, A., Santiago, J., “Informe de la reunión del Consejo de la AMP”, febrero 2019.

 

[3] Han, B.-C., La sociedad de la transparencia, Buenos Aires, Herder, 2018.

 

[4] Ibid., pág. 36.

 

[5] Angot, C., Une semaine de vacances, Paris, collection J’ai lu, Flammarion, 2012.

 

[6] Miller, J.-A., “Encuentro con Jacques-Alain Miller. JAM Session”, Feminismos. Variaciones. Controversias, Buenos Aires, Col. EOL, Grama, 2018, pág. 22.

 

[7] Ibid., pág. 19.

 

[8] Naparstek, F., “De lo insoportable del Padre a la alegría del inconsciente (Comentario sobre el encuentro de Jacques-Alain Miller con Christine Angot en el Teatro Sorano)”, Feminismos. Variaciones. Controversias, op. cit., págs. 48-49.

 

[9] Freud, S., “El uso de la interpretación de los sueños en el psicoanálisis”, Obras Completas, vol. XII, Buenos Aires, Amorrortu, 1988, pág. 83.

 

[10] Lacan, J., El Seminario, libro 20: Aún, Buenos Aires, Paidós, 1998, pág. 116.

 

[11] Miller, J.-A., El ultimísimo Lacan, Buenos Aires, Paidós, 2012, pág. 216.

 

[12] Ibid., pág. 216.

 

[13] Lacan, J., “Hacia un significante nuevo”, Revista Lacaniana de Psicoanálisis nº 25, Buenos Aires, EOL, Grama, 2018, pág. 16. [Nota de la Edición: También disponible en Colofón, Boletín de la FIBOL, nº 25, Granada, 2005].

 

[14] Lacan, J., “Apertura de la Sección Clínica”, Ornicar?, nº 3, Barcelona, Petrel, 1981, págs. 37-47.

 

[15] Ibid., pág. 45.

 

[16] Ibid., pág. 46.

 

[17] Freud, S., “29ª Conferencia: Revisión de la doctrina de los sueños”, Obras Completas, vol. 22, Buenos Aires, Amorrortu, 1986, pág. 16.

 

[18] Ibid., pág. 28.

 

[19] Ibid.

 

[20] Ibid.

 

[21] Ibid.

 

[22] Lacan, J., El Seminario, libro 2: El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica, Buenos Aires, Paidós, 2008, pág. 236.

 

[23] Ibid., pág. 235.

 

[24] Lacan, J., El Seminario, libro 23: El sinthome, Buenos Aires, Paidós, 2006, pág. 147.

 

[25] Lacan, J., El Seminario, libro 2: El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica, op. cit, pág. 240.

 

[26] Ibid.

 

[27] Ibid., pág. 232.

 

[28] Ibid.

 

[29] Miller, J.-A., “Habeas corpus”, Scilicet. Las psicosis ordinarias y las otras bajo transferencia, Buenos Aires, Grama, 2017, pág. 11.

 

[30] Ibid.

 

[31] Miller, J.-A., El ser y el Uno, curso inédito, clase del 2 de marzo de 2011. [Nota de la Edición: Esta clase del curso finalmente titulado El Uno solo está publicada en Freudiana, Revista de la CdC-ELP, nº 61, Barcelona, 2011].

 

[32] Lacan, J., “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano”, Escritos 2, Buenos Aires, Siglo XXI editores, 2003, pág. 807.

 

[33] Brousse, M.-H., intervención en la Soirée de l’AMP: “Une soirée de rêve. Vers le XIIe Congrès de l’AMP!”, el 28 de enero de 2019, inédita.

 

[34] Miller, J.-A., El ultimísimo Lacan, op. cit, pág. 145.

 

[35] Laurent, E., intervención en la Soirée de l’AMP: “Une soirée de rêve. Vers le XIIe Congrès de l’AMP!”, el 28 de enero de 2019, inédita.

 

[36] Ibid.