Entrevista a Enric Berenguer

Realizada por Marga Auré (más Uno), Teresa Colomer, Carmen Conca, Paloma Larena y Ángela Mancho

Ediciones NED ha reeditado este año con el título ¿Cómo se construye un caso? el seminario teórico y clínico que dictó Enric Berenguer,* en noviembre de 2006, en el Centro de Investigación y Docencia en Psicoanálisis “Las Mercedes” (Caracas). Con este motivo, El Psicoanálisis pidió a los miembros de un cartel,** que está trabajando en la Comunidad de Aragón de la ELP en torno al tema de la construcción del caso, que le entrevistaran para este dossier. Nuestro agradecimiento a uno y a otros.

Cartel (C): En el texto que se ha reeditado ahora a partir del seminario que dictó en la NEL sobre la construcción del caso, diferencia la construcción en Freud y en Lacan. ¿Podría comentar estas diferencias en relación a cómo formulan el deseo del analizante cada uno de ellos en la construcción del caso?

Enric Berenguer (EB): El texto publicado ahora es el doble del anterior, porque se ha reeditado con una importante ampliación, en la que trato de responder a algo que sugirió Miller en el encuentro con colegas italianos en Milán donde comentó Construcciones en el análisis de Freud —lo que se conoce como Marginalia de Milán—. Allí Miller dijo que sería interesante que alguien llevara a cabo una recensión de los usos que hace Freud del término “construcción”. Me puse a la tarea y vi que, en efecto, había muchas menciones al término, bastante diversas, y que era interesante comentarlas con algún detalle. Esto es lo que hice. Luego añadí un capítulo sobre el uso del término por parte de Lacan, porque me parecía un contrapunto necesario.

El término de deseo es inaugural en lo que Freud considera su descubrimiento del inconsciente. Su tesis del sueño como realización de deseo pone al deseo en el centro de las formaciones del inconsciente, como respuesta al enigma del deseo de la histérica. Se trata de un deseo dividido entre aquella parte que es dócil a las formaciones del inconsciente —y, por tanto, es posible someterlo al más profundo deseo, el de dormir— y, otra parte, a la que le da el nombre de pulsión, refractaria a ese tipo de tratamiento. Esta otra vertiente, en consecuencia, está más bien del lado de un despertar y de la angustia. Entre ambos aspectos del deseo, hay un conflicto, una antinomia. Y la posición ética de Freud es conducir al sujeto más bien al despertar que al seguir durmiendo, con el corolario que representa su frase, tan comentada: Wo Es war, soll Ich werden —Donde ello era, debo yo advenir—. En la construcción del caso, se trata para Freud de apuntar a un reconocimiento, a una asunción de esa parte inasumible de su deseo, con el goce ignorado que lo acompaña.

Para mí, lo interesante en esta revisión de los usos de “construcción” en Freud es que él considera que las construcciones del analista deben tratar de ir un poco más allá, en cada momento, no demasiado, de los límites en los que el neurótico está encerrado en esa construcción que al fin y al cabo es ya su neurosis. Y tiene la impresión de que con la interpretación, tal como él la concibe, no le basta para lograrlo. Como si la interpretación tal como él la concibe quedara encerrada en los términos de esa construcción que es la neurosis.

Se trata, para él, por tanto, de buscar el elemento que falta en esa lógica, en ese funcionamiento, para poder ir más allá de un horizonte que se cierra. La neurosis ha llegado todo lo lejos que podía llegar con los elementos que tiene, es ella misma una construcción que funciona, en cierto modo funciona demasiado, por eso no puede ir más allá de un límite al que seguramente ya ha llegado. Freud intuye que hay un real que no pasa, que no se revela, que no surge en la asociación libre y entonces queda fuera de la acción del análisis.

Por eso, aún manteniéndose lo más cerca posible de lo que el analizante ha construido (en sus fantasmas y sus síntomas), el analista, cree Freud, tiene que añadir algo. Esa construcción que es la neurosis necesita un añadido, el elemento que falta. Entonces, el analista tiene que construir, él también. Es una paradoja, porque se trata de un “completar” cuyo efecto debería ser un “descompletar”. Este es el callejón sin salida que Lacan se propondrá eludir.

En todo caso, esta problemática la vamos encontrando al hilo de los distintos usos que Freud hace del término construcción, que van más allá del uso más conocido, el de las “construcciones del analista en el análisis”. Se trata para Freud de cómo acceder a algo que estaría más allá de las formaciones del inconsciente y él se rompe la cabeza para lograrlo. ¿Cómo pasar del deseo como defensa ante la pulsión al reconocimiento de un elemento refractario, una “verdad histórica”, como él la llama, que no puede ser incluida en la historización que sigue las leyes del inconsciente transferencial? Freud busca algo, un modo de atravesar ese límite que las propias formaciones del inconsciente constituyen. Y rechaza el activismo de Ferenczi o de Reich, por ejemplo, como formas de producir ese atravesamiento.

En cuanto a Lacan, el modo de pensar el deseo del analizante en la construcción del caso pasa, de entrada, por una necesidad de situar primero más precisamente el deseo en la estructura.  Eso es, por ejemplo, el grafo del deseo, que es un dispositivo que tiene aplicaciones clínicas evidentes, destinado a permitirnos situar el deseo, leerlo, separarlo de las paradojas de la demanda. Por ejemplo, para interpretarlo sin reducirlo, sin reducir lo esencial de su función. Todo lo contrario, para abrirlo aún más. En este sentido el grafo es una brújula clínica, no cabe duda. Consiste en situar el deseo como vinculado a eso de la estructura que no cierra, que no casa, en el punto de la incompletud y la inconsistencia, en el límite de la construcción subjetiva. En Lacan, muy a menudo, “construcción” es un nombre de la estructura, pero para él la estructura está siempre agujereada, ese agujero es lo más fundamental en todo ese edificio, por magnífico y complejo que parezca.

De modo que, cuando se trata de construir el caso, hay que concebirlo como la búsqueda de aquello que, precisamente, no se reduce a la estructura, aquello que la agujerea. ¿De qué modo un caso particular no sólo no se reduce a la estructura, sino que vale precisamente por esto que no se le escapa? “Deseo” fue un nombre que dio Lacan por mucho tiempo a ese elemento de subversión, presente en las formaciones del inconsciente, que habita en la demanda, en la relación con el Otro, pero siempre subvirtiéndola precisamente allí donde más parece responder a una alienación.

Y luego está la noción del fantasma, precisamente, como cierto tipo de construcción que orienta el deseo. Podemos entenderlo como construcción particular del sujeto, que Lacan se dedica a desentrañar. Pero, ¿cómo hacerlo en la cura sin que el analista se añada a esa construcción garantizándola, cerrándola, borrando el elemento de  subversión que contiene? En el fantasma, la estructura y su subversión están articuladas de una forma condensada, sus dos caras están muy juntas, tocando la una a la otra. El fantasma está estructurado, pero no es “la estructura”. Allí donde parece culminarla, cerrarla, precisamente es donde la perfora. Con él, Lacan trata de situar algo que no se reduce a ninguna estructura universal, sino que se sitúa en el límite mismo en el que se pone en juego su incompletud, su imposible cierre.

Así, lo que en Freud son las “construcciones en el análisis” cede el paso a la “construcción del fantasma” en la cura. Pero esto es casi un Witz con respecto al uso del término en Freud. Se trata de construir el fantasma, es decir, de poder depurar algo de su estructura en lo que tiene de único, pero para poder trascenderlo y revelar su inconsistencia, su contingencia, que son nombres de lo real.

Con esto me parece que Lacan retoma sutilmente algunas de las paradojas del uso de la construcción por parte de Freud. Aquí, la construcción es inseparable del atravesamiento. Y está del lado de la tarea analizante. Si se trata de una construcción que cierra, entonces el analista garantizaría el fantasma. El análisis, entonces, acabaría siendo el cierre más absoluto, un completamiento de la construcción que es la neurosis misma. Esta reflexión de fondo es lo que recorre el modo discreto en que Lacan trata el término “construcción”. El modo paradójico de usarlo en la expresión “construir el fantasma en la cura” no es casual, responde a toda una reflexión.

Por supuesto, no es algo que “haga el analista”, debe ser el efecto de la dirección que imprime a la cura, su interpretación y su acto. Se trata de cómo llevar a cabo la operación que permitiría al sujeto abandonar los límites de esa construcción que da a su deseo su soporte, pero que lo encierra en una lógica sin salida.

Por otra parte, la temática freudiana del reconocimiento por parte del sujeto de su deseo ignorado también está presente en Lacan, pero en él, desde muy temprano, esto es inseparable del igualmente imposible reconocimiento del sujeto por el Otro. Es un nudo importante, que en Freud no estaba planteado. Paradójicamente, para “advenir donde el ello era”, el sujeto deberá pasar por el Otro hasta que este caiga de la ecuación, no hay acceso directo. Así, en la construcción de Lacan, el deseo del sujeto es inseparable de las paradojas de su relación con el deseo del Otro. El analista debe tenerlo en cuenta, ya que en la transferencia se encuentra precisamente en ese nudo. Por eso, todo lo que hemos planteado tiene en la transferencia el nudo crucial.

C: Si partimos de la base de que el deseo del analista para la construcción del caso debe tener en consideración el uso que hace el sujeto de su síntoma, y las islas de satisfacción que el sujeto mantiene, ¿a dónde apuntaría la operación del analista para construir un límite a lo real que insiste?

EB: El deseo del analista me parece que, de entrada, ¡es más bien un deseo de real! Así lo planteó Miller no hace mucho. Me parece una indicación importante. Por eso a veces está cerca de causar angustia. En cualquier caso, el deseo del analista me parece que apunta a un más allá de un límite, pero entonces ese límite se tiene que poder precisar, construir.

Por ejemplo, se trata de situar y poner de manifiesto el deseo del analizante como aquello que no tiene un lugar en la estructura, como lo que en ello no cuadra —acabamos de verlo—. En ese punto, el deseo del analista entra en resonancia con el deseo a secas, en lo que este tiene de real, de insimbolizable, en su borde de pulsión.

Esto es la orientación por lo real: apuntar, en el deseo, a su borde pulsional. Ese borde está hecho de S1 a ir produciendo en la cura. Pero el hecho de que se trate de un borde, eso es lo que nos permite responder a la pregunta que planteáis. No hay contradicción entre apuntar a un real en el corazón del deseo y construir un límite a lo real que insiste. Sólo lo real limita lo real. El límite que nos interesa no se produce retrocediendo ante lo real, apostando por el desconocimiento: no es así como se podrá construir un límite efectivo, que además sea practicable en la vía del sinthome.

El límite del que hablamos tiene que ser distinto del límite de la ignorancia, del desconocimiento, incluso la defensa, si el análisis tiene que ir hasta donde es capaz de ir. Digamos que es un límite con el que se puede hacer algo más, no para quedarse con lo que se tiene y se hace. El analista, en su acto, apunta a ese borde, está ahí, en la cita con lo real… No para que eso lo invada todo, para conducir al analizante al abismo, sino para situarlo mejor, para acercarse de la forma adecuada. Favoreciendo, precisamente, que el parlêtre pueda construir en esa zona algo mejor que su fantasma en los límites en los que este funciona en su neurosis. El analizante no se puede acercar a esa zona sin una presencia decidida el analista, pero no bajo la modalidad del Otro —eso es lo que Lacan sitúa como semblante de objeto, función que permite pensar el modo de situarse en ese límite para que este se pueda producir, para que se pueda “construir”—.

C: Que la verdad tiene estructura de ficción” es la formulación con la que Lacan retoma la conclusión del texto de 1937 de Freud en el que enuncia que “nuestras construcciones de análisis son como delirios”. Miller encuentra algo patético en este texto freudiano ya que siempre en el intento de construcción nos encontraremos con un resto que hace al análisis interminable, la represión originaria(Urverdrängung), o lo que Lacan enuncia como la falta o la barra del Otro, Otro barrado que representa el indecible deseo del Otro. ¿No es ello precisamente lo que hace necesaria la construcción de análisis al mismo tiempo que la hace imposible?

EB: Por supuesto, en esa zona se sitúan las paradojas a las que Lacan trata de responder sin dejar al analista atrapado en ellas. Lo patético que señala Miller en el texto de Freud es el índice de una dificultad que percibe, topa con  un límite. Lacan apuesta para ir más allá de esto, pero lo hace precisamente a partir de una reflexión sobre semblante y real. No se trata de quedarse en la queja de que lo real es inalcanzable y lamentar que “todo es semblante”, sino de encontrar una zona operativa en la que, a pesar de lo ineludible del semblante, reconociendo que la verdad es necesariamente ficción, hay formas de pensar y operar con lo verdadero orientándose por lo real. En esa imposible construcción, el analista opera a partir de la barra del Otro, pero no para quedarse ahí, fascinado o abrumado por la impotencia, sino orientándose por las respuestas de lo real y pensando la operación del análisis a partir de ese límite. Entonces se empieza a poder situar “un” real, el que concierne a un parlêtre, que se vuelve abordable cuando ese límite adquiere la consistencia de un borde. Abordable en la perspectiva de un hacer con por parte del parlêtre, no en la de un saber idealizado, de una última palabra sobre lo real.

C: El título del seminario es un enunciado interrogativo, como tal, remite a que un caso está siempre en construcción. ¿De qué forma puede pensarse esta construcción, desde la posición del analista como un sinthome?

EB: La interrogación refleja el encargo que me hicieron los colegas de Caracas y que me puso a trabajar. Y, por supuesto, apunta a ese “siempre en construcción”. Que al mismo tiempo significa que las construcciones son para hacerlas caer. Sirven para hacerlas caer. Pero si no hay construcción, tampoco se puede dejar caer. Esto es fundamental. Por eso hay que construir el caso y hay que ir dejando caer lo que se construye.

En cuanto al analista como sinthome, es algo que Lacan plantea en su última enseñanza y merece un desarrollo cuidadoso. En todo caso, en cada momento de la teoría se pone en juego una definición de la estructura, de la operación del análisis redefinida a partir de esa estructura y se plantea cómo decir lo que sería el analista respecto de estos dos elementos.

Lo que Lacan planteó en el grafo, lo tiene que replantear a partir del nudo borromeo, pensándolo a partir del síntoma como cuarto elemento. En lo que se refiere a la construcción y en relación a esto que planteáis, diría que es un modo de decir que en la construcción del caso es preciso situar al analista. Hay que saber a dónde es convocado por el sujeto y qué posición toma él con respecto a ese lugar.

Si el partenaire es pensado a partir de la noción de síntoma, el analista debe ser situado a partir de esa función, teniendo en cuenta que forma parte de lo que se construye en la cura. El analista, si opera, es porque forma parte de eso que se construye. No construye él desde fuera. Opera desde ese lugar que ocupa, pero no sometiéndose pasivamente a él, sino a partir de un hacer con algo que de entrada se sitúa como síntoma. Introducir la perspectiva del sinthome es un modo de pensar la distancia entre el lugar que se ocupa en la cura y la apertura de la vía de un hacer con eso.

C: Escuchar, leer y escribir serian tres puntos de partida para la construcción de un caso. ¿De qué forma el deseo del analista que trata de inspirar al analizante a tomar el relevo de ese deseo, condicionan la construcción del caso?

EB: Por supuesto. La construcción que nos guía en la dirección de la cura debe ser incompleta, debe dejar su lugar a la inconsistencia. El deseo del analista implica esa incompletud, la apertura a un real que no cuadra. Si el analista construye el caso de un modo cerrado, completo, eso se transmite en la interpretación y el deseo del analista como operador de incompletud, como causa de la tarea analizante, no opera. En ese punto, ciertamente, si el deseo del analizante no toma el relevo, si no hay deseo de análisis, no hay nada que hacer. O no se puede hacer más de lo que ya se ha hecho, que puede ser mucho o poco.

C: Una de las líneas de trabajo de las Jornadas se titula El control de la práctica y el deseo del analista, querríamos preguntarle sobre este tema. Durante los dos últimos años ha sido el presidente de la ELP y ha podido tomar el pulso del día a día de las Comunidades que la componen. ¿Que nos podría decir del deseo de la ELP, en tanto Escuela-sujeto? ¿Está en su activo la producción de psicoanalistas?

EB: Me parece que el dispositivo del Pase funciona, está muy activo. Pero eso no pasa por las Comunidades específicamente, aunque tiene efectos en las comunidades. Me parece que es una dimensión de la Escuela que es la de cada uno solo con un dispositivo de Escuela. Pero, por supuesto, de lo que ahí ocurre y se produce, surgen luego efectos locales en la comunidad a la que eso vuelve. Y, sobre todo, a la comunidad de la Escuela como tal, que se va construyendo silenciosamente en el dispositivo del Pase y luego, con palabras, en los espacios de enseñanza vinculados al Pase. El Pase trabaja a la Escuela por dentro, no siempre se ve mucho necesariamente, sólo se ve lo que emerge, pero hay mucho más de lo que se ve y eso es también fundamental.

Enric Berenguer. AME; ELP. Psicoanalista en Barcelona.

enricberenguer@gmail.com

* Berenguer, E., ¿Cómo se construye un caso? Seminario teórico y clínico, NED, Barcelona, 2018.

** Todas las cartelizantes son psicoanalistas y miembros de la ELP. Marga Auré es AME, miembro asimismo de la ECF y ejerce su práctica en París. Teresa Colomer, Carmen Conca, Paloma Larena y Angela Mancho ejercen su práctica en Zaragoza.