Texto de Jean-Daniel Matet
Jacques Lacan propuso el Pase a sus alumnos porque sabía que la experiencia psicoanalítica no siempre conduce a la formación de un analista.* La obtención de un saber nuevo no depende solo de una decisión del sujeto, sino también de los efectos de la transferencia y la interpretación. Autorizarse de uno mismo, es decir, de la propia experiencia con un psicoanalista, basta para señalar que en los lugares donde la autorización es colectiva (por el reglamento o por la ley) el analista no figura entre los profesionales retribuidos incluso si cree dominar la situación —aparece registrado a menudo como médico, psicólogo, educador, enfermero, etc.—. Nos preguntamos cómo nombrar a los psicoanalistas en formación, particularmente en las instituciones creadas por las Escuelas, como los CPCT, sin abrir la puerta a la asimilación del analista al trabajador social, cediendo así al utilitarismo del discurso del amo. Los psicólogos y los psiquiatras no tienen el privilegio de producir efectos terapéuticos y aún menos efectos psicoanalíticos. Estos efectos se manifiestan por sorpresa, la sorpresa de un encuentro, y no sin el esfuerzo del analista y la tenacidad de su orientación para desarrollar su práctica. Todo esto, al contrario de lo que proclama el amo, no está en el horizonte del funcionamiento normal y rutinario de las instituciones, en el protocolo de sus acciones, en la abstención subjetiva y sobre todo en el no saber nada de cómo tomamos parte en la acción que se lleva a cabo. Esto es particularmente verdad en Medicina si definimos, como Jacques-Alain Miller ha hecho, la pragmática como la disciplina que intenta encontrar la regla a partir del caso particular, es decir, que toma siempre el caso particular como una excepción a la regla. Todos los casos no suscitan la misma atención, pero nuestro propio análisis debe informarnos de cómo tomamos parte en el ejercicio. Entonces puede haber efectos, efectos analíticos en la medida en que sepamos hacernos destinatarios de los mismos.