Texto de Gabriela Medin

En la clínica con niños y adolescentes, los padres consultan en el límite de su función, desplegando el modo singular en que cada uno de ellos se ha visto desbordado, angustiado y/o impotente en el ejercicio de la misma. Sin embargo, hay algo nuevo en el momento actual que intensifica esta posición: una fuerte desorientación.

Si bien nunca ha habido manual de instrucciones para tratar a los adolescentes, dado que cada generación trae algo nuevo en respuesta a la precedente, había ideales y discursos potentes en el siglo XX que operaban de brújula y sostén.

En la contemporaneidad de los Unos solos, sin poder sostenerse en la solidez de discursos e ideales, los padres se presentan con frecuencia desorientados, sin recursos, y demandando consejo para encontrar el modo de tratar a sus hijos adolescentes.

Recibimos padres que en la primera consulta nos dicen: “No sabemos qué hacer con ellas”, refiriéndose a sus dos hijas de trece y catorce años que repiten curso y con las que se repiten las escenas de violencia. Otros afirman: “Ya probé de todo, pero lo veo mal y no sé cómo ayudarlo, ya no sé lo que está bien y lo que está mal. No era así de pequeño, pero desde hace dos años, todo cambió de golpe y no se puede hablar con él”.

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