Texto de Daniel Cena Reido*

El uso del término “segregación” aparece en la enseñanza de Jacques Lacan a mediados de los años sesenta en el contexto del establecimiento de la escritura de los cuatro discursos en su seminario número 17, titulado El reverso del psicoanálisis e impartido durante el transcurso de los años 1969-1970.[1]

“Segregación” es una palabra del lenguaje común que significa separar o apartar algo o a alguien de otra u otras cosas. O separar y marginar a una persona o a un grupo de personas por motivos, sociales, políticos culturales o raciales. En el registro de lo biológico se refiere también a la sustancia que un órgano o una glándula expulsa.

Los grupos humanos se constituyen por identificación a partir de ciertos rasgos que los definen como un conjunto y los distingue de otras agrupaciones humanas. En el seminario El reverso del psicoanálisis, Lacan se refiere a la segregación como el origen de la fraternidad: “No hay fraternidad que pueda concebirse si no es por estar separados juntos, separados del resto”.[2]

El uso de la palabra “segregación” tiene en el contexto de ese momento de su enseñanza una modalidad específica ya que habla de la misma como “una nueva práctica social”[3] causada por el discurso de la ciencia. Con anterioridad se había referido a esos efectos segregativos en una serie de textos e intervenciones destacadas. Un año antes del seminario citado, en la Proposición del 9 de octubre de 1967, Lacan hace mención de los efectos del discurso de la ciencia evocando al campo de concentración nazi como un precursor del “reordenamiento de las agrupaciones sociales por la ciencia y, especialmente, de la universalización que esta introduce en ellas”.[4] Y vaticinando que “nuestro porvenir de mercados comunes encontrará su contrapeso en la expansión cada vez más dura de los procesos de segregación”.[5]

El 22 de octubre de ese mismo año pronuncia la Alocución sobre las psicosis del niño, en donde manifiesta: “El factor del que se trata aquí es el problema más candente de nuestra época, que en tanto primera, tiene que experimentar que el progreso de la ciencia vuelva a cuestionar todas las estructuras sociales. Aquello con lo que, no solamente en nuestro dominio de psiquiatras, sino tan lejos como se extienda nuestro universo, tendremos que vérnoslas, y de modo cada vez más apremiante: la segregación”.[6]

Con posterioridad, entre noviembre de 1971 y enero de 1972, en el Hospital Sainte-Anne, se dirige a los residentes de psiquiatría en una serie de charlas mensuales, tres de los cuales fueron editadas bajo el título, en la traducción castellana, de Hablo a las paredes. En esas tres charlas Lacan recuerda que la psiquiatría participa en la segregación de la enfermedad mental. “En efecto, quienquiera que habite entre estos muros, los muros del asilo clínico, tiene que saber que lo que sitúa y define al psiquiatra en tanto tal es su situación en relación con estos muros, estos muros mediante los cuales la laicidad excluyó de ella la locura y lo que esta quiere decir: esto no se aborda más que por la vía de un análisis del discurso”.[7]

Lacan advierte a sus oyentes que la práctica de la segregación será cada vez más extendida: “Dentro de poco tiempo, antes de cuatro o cinco años, vamos a estar sumergidos en problemas segregativos a los que estigmatizaremos con el término de racismo”.[8]

Señala también que la misma psiquiatría es producto de “cierto giro histórico”[9] y que cumple un servicio social. Es Michel Foucault quien demuestra ampliamente en su tesis, titulada Historia de la locura en la época clásica,[10] el nacimiento de la psiquiatría como producto de un cambio discursivo que tiene como secuela la marginación de la locura desde la época de la Ilustración.

Lacan insiste en señalar los efectos segregativos del discurso de la ciencia sobre el campo de la enfermedad mental: “La segregación de la enfermedad mental, eso es, algo que es otra cosa, que está ligado a cierto discurso, aquel que señalo como el discurso del amo. (…) Además, la historia muestra que ese discurso vivió durante siglos de una manera provechosa para todo el mundo hasta que en cierto desvío, en razón de un deslizamiento ínfimo que pasó inadvertido para los mismos interesados, se convirtió en el discurso del capitalismo, del que no tendríamos ni la menor idea si Marx no se hubiera dedicado a completarlo, a darle su sujeto, el proletario, gracias a lo cual el discurso del capitalismo se expande donde quiera que reine la forma de Estado marxista. Lo que distingue al discurso del capitalismo es la Verwerfung, el rechazo hacia afuera de todos los campos de lo simbólico, con las consecuencias que ya dije. ¿El rechazo de qué? De la castración. Todo orden, todo discurso, que se emparente con el capitalismo deja de lado, amigos míos, lo que llamaremos simplemente las cosas del amor. Ya ven, ¡eh! No es poca cosa”.[11]

En el Hospital Sainte-Anne, Lacan indica que no hay psiquiatra que se haya ocupado como lo hizo Foucault “de cierta función que nació con esta práctica que ha consistido en aislar a los locos”.[12] De allí que su trabajo sea necesario para la comprensión de la posición del psiquiatra.

El filósofo francés funda el aislamiento de la locura y su segregación a partir de la entronización de la razón cartesiana. La lectura de Descartes le lleva a afirmar que el rechazo de la locura se deduce del acto del cogito, en la medida en que la certeza de la razón, se sostiene en la locura.[13] El fundamento de las Luces se encuentra en el sujeto de la razón es por ello por lo que los seres afectados de locura no pueden compartir el mismo espacio. Privado de la razón el loco pierde su atributo de sujeto. El contrato social y el sujeto universal de derechos se sostienen según Foucault en la exclusión de los sin-razón. La segregación se impone a partir de la universalidad de la razón. Para Lacan la segregación como práctica nueva está ligada a la incidencia del discurso científico; para Foucault, a la universalidad de la razón.

La segregación que se produce con el asilo instituye el mecanismo de un tratamiento de masas. Es por ello por lo que los psiquiatras son interrogados por Lacan. En tanto que ellos están situados en los lugares en donde se origina la segregación moderna en el campo de la locura. “El psiquiatra, después de todo, bien podría darse cuenta de la función de los muros a los que está ligado por una definición de discurso. Puesto que de lo que debe ocuparse, ¿qué es? No es de otras enfermedades sino de aquella definida por la ley del 30 de junio de 1838, a saber, alguien peligroso para sí mismo y para los demás. Resulta muy curiosa esta introducción del peligro en el discurso en el cual se asienta el orden social”.[14] Sin embargo esos psiquiatras, algunos inclusive formados en psicoanálisis, jamás vieron esta relación con claridad al estar situados en su práctica del lado de la norma social.

 

Segregación y discurso de la ciencia

Este es un tema vasto y sobre el que hay mucha bibliografía, mereciendo una lectura más atenta. En este trabajo solo mencionaremos algunas cuestiones que nos parecen básicas a tener en cuenta en relación con el tema que estamos abordando.

  1. Lacan siguiendo las investigaciones de Koyré data la aparición del discurso de la ciencia refiriéndola a dos nombres: Galileo y Descartes.[15] Este discurso cuantificador y universal introduce una ruptura, una discontinuidad en la civilización. El establecimiento del discurso de la ciencia produce la aparición de un nuevo sujeto al que llama “el sujeto de la ciencia” sometido a un nuevo lazo social bajo el modo de la universalidad y de la cuantificación.

Este sujeto separado de la verdad y al que se le niega la división subjetiva, lleva a Lacan en 1966 a escribir: “Decir que el sujeto sobre el que operamos en psicoanálisis no puede ser sino el sujeto de la ciencia puede parecer paradoja”.[16] Él sitúa al sujeto dividido entre el saber y la verdad como el correlato del sujeto de la ciencia. Este sujeto se presenta como antinómico al discurso científico, puesto que “la ciencia se muestra definida por el no-éxito del esfuerzo para suturarlo”.[17] El fundamento de la ciencia se basa entonces en una verdadera exclusión, en la segregación de la subjetivad, este acto comparado a una verdadera forclusión produce efectos de retorno que se traduce en síntomas individuales o colectivos que se producen en la civilización contemporánea. Este nuevo saber coloca en una posición dominante a la lógica de lo universal, lo descubierto por la ciencia vale para todos en el terreno de la exactitud, dejando de lado el campo de la verdad. Frente a este discurso cuantificador, globalizador y contable, Lacan introduce la pregunta de ¿cómo van a responder los psicoanalistas ante el mismo? Dicha interrogación sitúa la cuestión en el campo de una política del psicoanálisis.

La política del psicoanálisis y la política de la segregación

No hay segregación sin lenguaje. Son los discursos los que establecen un orden en lo real, a través de los rasgos diferenciales y de los significantes que permiten identificar y construir lugares simbólicos. Pero la segregación no se limita solo al problema de la identificación sino que concierne a algo que no es lenguaje sino goce. El orden introducido por el lenguaje implica un ordenamiento de los modos de gozar, un tratamiento del goce. La segregación o el racismo se generan cuando en la relación con el goce del otro, ese otro goce se torna insoportable.

El discurso del amo intenta dominar a los diversos goces y homogeneizarlos, de allí su intolerancia a la diversidad.

En Psicología de las masas y análisis del yo,[18] Freud realizó un análisis de este tipo de lógica, es por ello por lo que desde el punto de vista del psicoanálisis lacaniano, los discursos sobre lo unificador o lo universal son susceptibles de ubicarse bajo el signo de la quimera, del ideal, o del disfraz bajo lo cual se promueve lo peor.

En el caso del discurso de la ciencia nos encontramos con un rasgo diferencial ya que su discurso cuantificador ataca al significante y como consecuencia a los ideales que dirigen a los hombres. Das Unbehagen, el no-bienestar, de la época de la ciencia alcanza en la civilización moderna otras características que Lacan toma en cuenta desde los inicios de su enseñanza.

Jacques-Alain Miller, en su curso titulado Todo el mundo es loco realiza, en las últimas lecciones[19] del mismo un comentario sobre un pequeño escrito de Lacan titulado Lacan pour Vicennes!, que fue escrito en el año 1970. En dicha alocución, Lacan retorna sobre los cuatro discursos y los analiza en relación con el estatuto de la verdad señalando que “cada uno se cree la verdad”.[20] “Cada discurso –afirma Jacques-Alain Miller– pretende ser la expresión de la verdad”.[21] Sin embargo, el pretender ser la verdad o el tomarse por ella es interpretado por Lacan como una impostura. En relación con los discursos, esa pretensión de verdad, ese “se cree la verdad” designa el elemento que está en el lugar del llamado agente, el lugar por el que cada discurso o lazo social se genera. En cada discurso pues el término que ocupa el lugar de agente se sostiene en la impostura de la verdad. Solo el discurso analítico hace excepción a esta pretensión, sería el único de los cuatro discursos que no se cree la verdad. A diferencia de los demás, el discurso analítico sale del marco de lo universal para restituir la variedad de las verdades subjetivas, la “varidad”.[22] El discurso analítico no tiene nada de universal, no sostiene la noción de una verdad que valdría para todos, en todo lugar y en todo tiempo. No se sostiene en el “para todos” sino que coloca una barra de negación encima del cuantificador universal.

Así barrado el cuantificador nos remite a la dimensión de la sexualidad femenina, (segregada como critica Lacan, en la “Alocución sobre la psicosis en el niño”,[23] del propio campo del psicoanálisis) ubicando al discurso psicoanalítico en un campo diferente del “para todos” de la sexuación masculina.

Si el discurso psicoanalítico se presenta como excepción a los otros, es porque el término que escribe como el agente es el objeto a. Dicho elemento es considerado por Lacan como un semblante, no tiene pretensión de verdad. Frente a cada uno de los otros discursos que se cree la verdad, solo el discurso analítico sabe que es varidad, solo él reconoce la verdad como semblante. De allí que el discurso psicoanalítico excluya la dominación en tanto no organiza al mundo, ya que el objeto a no pertenece al registro simbólico, “no es susceptible de representar la dominación simbólica”.[24]

Daniel Cena. AP, ELP. Psicoanalista en Barcelona.

cenareido.daniel@gmail.com

[1]* Texto escrito a partir de las notas presentadas en el espacio “Hacia las XVI Jornadas de la ELP, Yo soy… Todos somos. El psicoanálisis frente a las nuevas identidades”en la Sede de Barcelona ELP, el 20 de junio de 2017.

Lacan, J., El Seminario, libro 17: El reverso del psicoanálisis, Barcelona, Paidós, 1992.

[2] Ibid., pág. 121.

[3] Lacan, J., Petit discours aux psychiatres (1967). Inédito.

[4] Lacan, J., “Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela”, Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, pág. 276.

[5] Idem.

[6] Lacan, J., “Alocución sobre las psicosis del niño”, Otros escritos, op. cit., págs. 382-383.

[7] Lacan, J., Hablo a las paredes, Buenos Aires, Paidós, 2012, pág. 104.

[8] Ibid., pág. 43.

[9] Ibid., pág. 18.

[10] Foucault, M., Historia de la locura en la época clásica, Barcelona, Fondo de Cultura Económica, 2006.

[11] Lacan, J., Hablo a las paredes, op. cit., págs. 105-106

[12] Lacan, J., Petit discours aux psychiatres, op. cit.

[13] Foucault, M., Historia de la locura en la época clásica, op. cit., cap. II. “El gran encierro”.

[14] Lacan, J., Hablo a las paredes, op. cit., pág. 117.

[15] Gault, J. -L., “El nacimiento de la ciencia moderna”, Freudiana 77-78, Revista de la Comunidad de Cataluña de la ELP, Barcelona, 2016.

[16] Lacan, J., “La ciencia y la verdad”, Escritos 2, Madrid, Biblioteca Nueva, 2013, pág. 816.

[17] Ibid., pág. 818.

[18] Freud, S., “Psicología de las masas y análisis del yo”, Obras Completas, vol. XVIII, Buenos Aires, Amorrortu editores, 1984.

[19] Miller, J.-A., Todo el mundo es loco, Buenos Aires,Paidós, 2015, cap. XVII.

[20] Lacan, J., “Lacan pour Vicennes “, Ornicar? n° 17-18, 1979, pág. 278.

[21] Miller, J.-A., Todo el mundo es loco, op. cit., pág. 324.

[22] Ibid., pág. 325.

[23] Lacan, J., “Alocución sobre las psicosis en el niño”, op. cit.

[24] Miller, J.-A., Todo el mundo es loco, op. cit., pág. 326.