Texto de Eugenio Castro y María Antonia de Miguel

  1. En la conferencia de Lausana sobre El sinthome, Éric Laurent vuelve al término “histeria rígida”, que Lacan usa por primera vez en el Seminario 23 a propósito de un comentario de la representación de la obra Retrato de Dora de su amiga Hélène Cixous.[1] Más tarde, Éric Laurent avanza un poco más y propone a Clarice Lispector como quien podría encarnar “la histeria fuera de sentido”: “La histeria fuera de sentido, otro modo de decirlo, que presenta Cixous tiene sin duda más que ver con Clarice Lispector que con la Dora de Freud. […] Habría que hacer un estudio “Clarice Lispector – el Sinthome o la Sinthome”.[2] Clarice Lispector, en La pasión según G.H., se piensa como una histeria rígida sostenida en tres piernas.[3]

En el mismo espacio textual donde Lacan da nombre a la histeria rígida, nombra también la histeria que, según afirma, “podría llamar incompleta. Quiero decir –continúa– que la histeria es siempre dos, en fin, desde Freud”.[4] Esto produce –señala– algo muy instructivo, lo que sólo puede entenderse como clínicamente instructivo en tanto encontramos ahí la clave para un diagnóstico diferencial:

  1. Una histeria rígida, incompleta, reducida a lo material.
  2. La histeria que es –desde Freud– siempre dos.

Si las histéricas guiaron a Freud en el descubrimiento del inconsciente, un inconsciente de representantes-de-representaciones que se despliegan en una cadena rota por la falta de un significante que daría sentido al síntoma, la histeria guía también a Lacan pero, para ir más allá de ese inconsciente, al nudo borromeo: “En Freud no hay rastro del nudo borromeo. Sin embargo, considero que fueron precisamente las histéricas quienes me guiaron”.[5]

Para representar de manera borromea la histeria rígida, Lacan dibuja tres marcos rectangulares, que se sostienen anudados entre sí. Ella se sostiene sola, sin necesidad de un cuarto nudo, porque el nudo mismo hace de sinthome a diferencia del cuarto redondel que Joyce necesita para dar consistencia allí donde su cuerpo falla. Antes, en el Seminario 21, él ya había señalado que la histeria utiliza su trenza y la anuda, pero no había utilizado el término “rígida”. Si el nudo, soporte del sujeto, se sostiene, no hay necesidad del Nombre del Padre: hay una captura del goce y del sentido sin pasar por el amor al padre, por la identificación. Pero sabemos, por la tos de Dora, que el amor del padre en la histeria supone una participación en el goce.

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