Textos: Eric Laurent

Texto original del autor, basado en tres intervenciones recientes en Bruselas, Rennes y EE.UU.

Traducción: Concha Lechón

Revisión: Silvia Elena Tendlarz

Variedades del baño del lenguaje en el autismo

El autismo se ha convertido en un problema de salud, puesto que en el transcurso de los últimos veinte años ha estallado, literalmente, el número de sujetos diagnosticados de autistas. Desde la primera introducción de la nueva categoría de trastornos del desarrollo en el DSM, que partía de una estimación de probabilidad de un niño de cada ciento cincuenta hace veinte años, se pasó a uno de cada cien, y las cifras evolucionan con tal rapidez que el 29 de marzo de 2012 el CDC (Centers for Disease Control and Prevention) de Atlanta obtuvo como resultado un caso de cada ochenta y ocho niños, y uno de cada cincuenta y cuatro en niños varones, si se guarda la proporción que habitualmente se mantiene entre chicas y chicos. Según Autism Speaks, en 2014 estaríamos en uno de cada sesenta y ocho niños, y uno de cada cuarenta y dos para los varones. Autism Speaks, asociación que busca representar a la mayor parte de la población posible, tiene siempre cifras superiores a las de la Administración americana; en Corea, donde los criterios son un poco diferentes, estamos en uno de cada treinta y ocho.

Estas cifras son a primera vista inexplicables. En ninguna patología, en ninguna categoría catalogada en la clínica se han conocido tales explosiones. Un gran debate de política de salud se ha abierto para saber de dónde proviene este aumento: ¿Está relacionado con cambios de criterios diagnósticos, con nuevos modos de clasificación, con los artefactos estadísticos? ¿Es, más bien, un aumento del número real de casos?

Lo que está en juego es de importancia, pues semejantes cifras plantean una cuestión de la política de salud pública. Los debates están muy abiertos y el único consenso parte de una constatación negativa. El último informe de datos de las Agencias de salud europeas lo dice así: “El autismo es lo que se llama un trastorno neuro-del-desarrollo. En otras palabras, está impreso en el desarrollo estructural del cerebro y por tanto no puede ser curado”.[1] Incluso en las modalidades de tratamiento recomendadas por los expertos se trata, sobre todo, de recomendaciones negativas. “Las recomendaciones negativas representan el elemento fundamental de nuestros resultados, a saber, una lista de intervenciones o de tratamientos en los cuales es preferible no invertir tiempo y dinero pues no existe prueba de su eficacia”.[2]

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