Textos: Sergio Larriera

PDF

In memoriam Enrique Rivas*

 

Poeta y ensayista, amante del cante flamenco y apasionado lector de Lacan, Enrique Rivas, alguien que vivió entre letras, murió en Madrid en un día exacto, el dieciséis de junio, un día en extremo literario. Más de medio siglo consagrado a la locura, estudioso de los clásicos de la psiquiatría, de la fenomenología alemana y francesa, agitador de la antipsiquiatría, llegó un día, en los comienzos de la década de los ochenta, a la orilla lacaniana del torrentoso río.

Desde que entró en contacto con el psicoanálisis lacaniano en Madrid (Serie Psicoanalítica 1980) fue atravesando los avatares de configuración del Campo Freudiano en España: disolución de los grupos madrileños, reunificación en el GEM, constitución de la Escuela Europea de Psicoanálisis para, finalmente, la fundación de la AMP y la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis. En esa larga marcha de treinta y cinco años, Enrique Rivas se sostuvo en la tensión entre los campos del psicoanálisis y la psiquiatría, pensando la psicosis, promoviendo la escucha analítica en la red asistencial comunitaria. Un esfuerzo permanente, ajeno a los vaivenes y las modas que marcaron tendencia durante los años de esta historia institucional.

Rivas afirmaba en su último texto, producido dos meses antes de su muerte: “El dispositivo de escucha y la inclusión del sujeto psicótico en el mismo, operaría como un recurso de suplencia artificial, a diferencia de la suplencia espontánea que se da en la estructura psicótica clínicamente muda o no desencadenada. La escucha crea las condiciones para que se desarrolle tal artificialidad supletoria. El diálogo y el trato con el psicótico sería la instancia instrumental ontopoyética generadora del ser e instituyente de subjetividad. En la cura del psicótico habría que ir del goce desamarrado de la pulsión, a la significación o atemperamiento del mismo, produciendo una identificación o metáfora de cualidad que favorezca su posición en el campo de la significación”.

Como en la Sección de Psicoanálisis de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, cuya presidencia ejerció durante varios años, siempre habitó el límite de lo que él denominaba: “intersección psiquiatría/psicoanálisis”. Logró transmitir con claridad los principios a los cuales había subordinado su práctica: un decidido compromiso entre la escucha analítica y la palabra del psicótico, palabra cuya dignidad no cesó jamás de subrayar.

 

*Enrique Rivas era miembro de la ELP desde su fundación, AP, médico psiquiatra y neurólogo en la ciudad de Madrid