Textos: Entrevista a Mariana Otero, cineasta, realizadora de la película A cielo abierto.

Por Bernard Seynhaeve, director de Courtil y Marlène Belilos, miembros de la ECF

Aparecida inicialmente en la revista Quarto nº 108. Publicada aquí con la amable autorización de su dirección.

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http://www.causefreudienne.net/index.php/agenda/evenements/a-ciel-ouvert

https://www.youtube.com/watch?v=jKkUUVwKW0Qεtfeature=youtu.be

 

¿Al preparar su película, por qué su elección fue Courtil?

 

Mariana Otero: Buscaba en realidad un lugar donde yo pudiera entender algo de la locura. El proyecto de la película era ese, hacer una película que permitiera entender algo de la locura. Visité muchas residencias, sobre todo en la región parisina. Pero las residencias que visité eran la mayoría para adultos, y tenía la impresión de que las personas que trabajaban en esos lugares proyectaban sus propios afectos sobre los internos. Eso no me permitía comprender de qué se trataba. Entonces continué mi búsqueda. Y un día llegué a Courtil, casi por casualidad. Y lo que realmente me cautivó fue la primera reunión a la que asistí. Usted estaba ahí (Bernard Seynhaeve), como también todos los responsables terapéuticos del grupo. En esta reunión, jamás escuché a alguien pronunciar la palabra “discapacidad”. Y debo decir que hasta ese momento, en las residencias que visité, yo misma, hablaba siempre de “discapacitados mentales”, de discapacidad psíquica. Entonces, le pregunté justamente por qué usted no hablaba de ellos como “discapacitados”. Y en ese momento usted me contestó que para usted esos niños no eran “discapacitados”, sino seres con una estructura singular y que en Courtil intentaban, caso por caso, entender a cada uno de los niños, su lógica, su relación con el mundo, y que para usted esos niños eran enigmas. Que su trabajo era justamente entenderlos y acompañarles para que cada uno encontrara su propia solución. Una solución que les permitirá después vivir mejor en el mundo. Fue entonces cuando me dije: “Este es el lugar. El lugar donde puedo hacer la película. Puesto que aquí se trata de entender, tal vez yo podré entender algo también”. Es eso en verdad lo que al inicio me gustó. La idea de que ustedes no los consideraban como niños a quienes les faltase algo. Siempre me ha disgustado esa tendencia, cuando hablamos, de quitarle algo a alguien: los “sin domicilio fijo”, los “sin albergue”, los “sin trabajo”, los “sin… algo”, cuando nos referimos a gente a quien les falta “algo”. Y ahí (en Courtil), me gustó esa idea de que a esos niños no les faltaba nada.

 

¿Qué es lo que le decidió a filmar a los niños?

 

M.O.: Extrañamente, lo que me cautivó no fue el psicoanálisis, no fueron los niños. Puesto que del psicoanálisis no conocía nada, no puedo decir que antes de ir era algo que me atrajera especialmente. Pensé que era imposible filmar a los niños. Lo que me atrajo fue que me dijeron que era un lugar cerca del campo, de la naturaleza, a la orilla de un Canal. Me puse a imaginar un lugar así, donde había un espacio abierto. Es algo insignificante tal vez, pero a veces es así. Es eso lo que me decidió a ir. Después, lo que realmente me cautivó, lo que me hizo quedarme, fue lo que evoqué hace un instante, el hecho de que usted no hablaba de “discapacitados”. Efectivamente, al inicio realmente no pensé en filmar a los niños. Pero después me di cuenta hasta qué punto era esencial filmarlos; no tenía ningún sentido filmar solo las reuniones, filmarlos a ustedes, entre adultos, hablando de los niños. De ser así, habría parecido algo completamente absurdo, sin ningún sentido. Me pareció que era verdaderamente fundamental filmar a los niños. A partir de ese momento me pregunté cómo iba a poder realizarlo, y ustedes también se lo preguntaban. Lo que me gustó es que ambos nos dimos un tiempo. El hecho de que, de su lado, del lado de los miembros del equipo y de mi lado, íbamos a pensarlo, a reflexionarlo. Recuerdo cuando usted me llevaba en su coche de regreso a la estación del tren, a menudo le hablaba de mis observaciones, le explicaba lo que yo iba descubriendo, empezaba a entender algo, a entrar en relación con los niños y a captar algunas cosas. Pero usted me dejaba reflexionar y yo le decía que no estaba segura de poder hacer la película, que no sabía si era posible, ni cómo. Pasaba por momentos en que todo me parecía evidente, a otros en que ya nada lo era. Fue un largo tiempo de acercamiento. Un acercamiento que me pareció extremadamente interesante y muy diferente de otros lugares, donde a veces estamos un poco obligados, a pesar de todo, a tener que decir rápidamente lo que pensamos hacer, y cómo va a ser… A menudo las personas son muy impacientes y recuerdo que usted me permitía tomarme mi tiempo: “Pues claro, tome su tiempo”. No había ninguna urgencia ni de un lado ni del otro. Y eso es algo raro y excepcional.

 

Antes de la grabación, estuvo usted durante todo un año localizando y orientándose en Courtil. ¿Qué es lo que usted pudo extraer, concluir de ello?

 

M.O.: De hecho, toda la reflexión de este año de localización fue sobre el hecho de poder resolver si era posible hacer una película con los niños. Eso surgió verdaderamente cuando empecé a comprender algo a estos niños, aunque ellos sigan siempre siendo un enigma, pero bueno, cuando pude empezar a entender algo, pude también iniciar una cierta relación con estos niños. Entonces pude decirme que era posible hacer una película. Me dije que esta relación no solamente sería el inicio de esta película, sino también el corazón de ella, uno de los hilos importantes de la película. Es así como nace el dispositivo que elaboré para filmar sola, para que justamente esta relación pudiera desplegarse. ¿Por qué era esencial? Porque la relación con el Otro es para ellos algo problemático; entonces pensé que la relación conmigo y con la cámara tenía que dejar aparecer, a la vez, su relación con la mirada y con el Otro y que eso los iba a narrar, a “contarlos” de una cierta manera. A partir de ahí, esta decisión se volvió un elemento fundamental para mí. Me dije entonces que iba a poder filmar a estos niños, los voy a filmar sola, y ello va a permitir que algo se despliegue en la película de lo cual no sé cuál será el resultado, pero va a ser interesante. Eso fue un punto importante del dispositivo. El otro punto era la idea de decirme que en el fondo el espectador estaría un poco como en mi lugar. Es decir, que yo no iba a escribir un escenario previo, puesto que era imposible imaginar lo que iba a suceder durante la filmación. Era un desafío.

 

¿Cómo obtuvo el permiso de los padres para filmar a sus hijos?

 

M.O.: Acompañé a los miembros del equipo en las reuniones con los padres. Incluso a veces fuimos a verlos a sus casas, lo que fue importante. Estuvimos charlando de esto con los operadores que aparecen en la película. Yo les hablé de la película y ellos mismos hablaban de las razones que los llevaron a aceptar participar en ella, etc. El hecho de que Courtil haya apoyado la película hizo que los padres aceptaran. De hecho, los padres tuvieron pocas oportunidades de reunirse conmigo, o de forma muy casual, lo que no era suficiente para que confiaran en mí realmente. Creo que el gran apoyo que me otorgaron los miembros del equipo y el hecho de que la película tuviese lugar en presencia de los referentes de cada niño, permitió que los padres estuviesen de acuerdo. Aunque debo decir que algunos padres no dieron su aprobación.

 

¿Qué sabía usted de una institución que tiene como referencia a Freud y a Lacan?

 

M.O.: Yo sabía un poco, pero nunca había leído a Freud. Cuando entré a estudiar al IDHEC tuve largas conversaciones con otros estudiantes, yo sostenía que el inconsciente no existe. ¡Eso basta para decir de dónde provengo! Si me adherí al psicoanálisis es realmente gracias a Courtil. El uso tan específico del psicoanálisis en Courtil es lo que me enganchó. Hablé mucho con los diferentes miembros del equipo y creo que lo que me atrajo realmente fue el inconsciente lacaniano. Esa idea de que el síntoma sirve para algo. Lo diré con mis palabras, porque sé poco, pero me parece que el inconsciente freudiano me interesa menos que el inconsciente lacaniano. En este punto, algo del psicoanálisis me gustó en Courtil. ¿Para qué sirve el síntoma y que hacemos con él? La idea de que en el problema está también la solución y que es eso justamente lo que hay que trabajar, me gusta mucho. Es el hecho de no estar siempre en la búsqueda de la causa, del porqué, de la infancia, de la historia. Es este lado creativo lo que me gustó bastante, porque antes tenía una idea del psicoanálisis en el que se escrutaba demasiado. Allí descubrí el psicoanálisis como un motor de la invención y de la creatividad.

Antes de que la película estuviera terminada, ¿qué esperaba provocar en los espectadores?

 

M.O.: Esta película es una experiencia. Tenía la esperanza de que el espectador viviera la experiencia que yo viví personalmente en Courtil: el encuentro con los niños, con el psicoanálisis, con esta comprensión de la psicosis, esa relación singular con el mundo y con el cuerpo. La manera en que los niños hacen preguntas acerca de lo que puede parecer obvio para nosotros. Es una gran experiencia y yo esperaba que la película pudiera hacer vivir esta experiencia, que tuviera un efecto en las personas que trabajan con estos niños, en los adultos que tienen el mismo problema, en los padres. Y de manera más general, que produjera un efecto en los que se interesan por el otro, en la diferencia y que tratan de entender al otro y su lógica, dejando de lado su propia lógica. Tenía la esperanza de que la película causara este efecto y parece que funciona, que la introducción de la película, su estructura, su construcción, permite al espectador experimentar, vivir algo de esta índole.

 

¿Cómo reacciona el público a la película?

 

M.O.: Las proyecciones de la película, seguidas de un debate, son las que han atraído a más personas. Cuando el espectador ve un documental, después tiene ganas de hablar de ello. En Laval, asistieron quinientas personas y en Rouen también. Nunca había tenido tanta gente en una sala de proyección. Inicialmente, creo que había una gran cantidad de psicoanalistas ya que la red de la Escuela de la Causa Freudiana ha apostado por la película. Pero ahora, después de un mes de proyecciones, el público se ha ido ampliando. Hay muchos educadores, trabajadores sociales, enfermeras, psicólogos, maestros… En el fondo, son los que trabajan directamente con niños. Se trata en su mayoría de una gran cantidad de profesionales, pero también empezamos a encontrar padres entre ellos. Lo que me conmueve especialmente son los intercambios con los profesionales, cuando me dicen que la película tuvo el efecto de relanzar en ellos el deseo, sus ganas de ir a trabajar, su capacidad de inventar. Lo que me conmueve mucho de los padres es cuando dicen que la película les ayuda a entender mejor a sus hijos. A menudo se me acercan después del debate para decirme que han encontrado algunos aspectos de sus propios hijos en los niños filmados. En su presencia, Bernard, una mamá nos transmitió la confianza que le producía comprobar cómo en Courtil prestaban atención a las mismas pequeñas cosas que ella en su hijo, pero que a veces son difíciles de sostener, en particular por temor, a lo que otros dirán. Ella decía que ya no tenía miedo, por ejemplo, de decir, de hablar de las historias que ocurrían con los grifos, con la ducha, el agua, etc. Otra madre me contó sobre la relación con el cielo y con el espacio que tiene su hijo, diciéndome que no había un solo día que su hijo no mirara el cielo. La relación al espacio que ella fue capaz de captar en la película le recordó a su hijo. Otra mamá vino a decirme que su hijo autista estaba en una institución en la que tenía la impresión de que siempre estaban tratando de convencerle para hacer algunas cosas, en lugar de ir en su búsqueda, a su encuentro, considerando lo que él quería hacer. Los padres a menudo se me acercan para hablarme y decirme lo que encontraron de su hijo en la película, lo que les permitió ver de su hijo, o aún mejor, lo que ellos se autorizan a hacer con sus hijos.

 

¿Puede explicar el origen del título A cielo abierto?

 

M.O.: Esta es la primera vez que encuentro un título tan rápido. En general, me surge bastante tarde, casi el día en que debo escribir el genérico. Aquí fue al comienzo del rodaje, durante una discusión con un operador que citó esta frase de Lacan: “el psicótico tiene el inconsciente a cielo abierto”. ¡Esta frase me encantó! Es una frase que me dio ganas de utilizarla en la película. Y así, de repente ella atravesó todo el rodaje, sobre todo porque encontré que los niños tienen una relación extremadamente fuerte con la naturaleza. El lugar donde está Courtil, inmerso en la naturaleza, se prestaba muy bien a ello. Ya sea Alison, Evan, John o Huges, cada uno tiene una relación muy singular al cielo, a la luz, a la inmensidad. Estos elementos los desconciertan, los interrogan. Varias escenas de la película también se refieren a ello. Así que yo quería trabajar con esta palabra, con ese significante, como dirían ustedes. También filmé el cielo, algo que me encanta. En todas mis películas, como por ejemplo en Historia de un secreto, hay una gran cantidad de paisajes de cielos. Son para mí momentos de suspensión, momentos en los que nos detenemos a pensar, momentos en que las cosas están ahí, surgen, y podemos repensar todo lo que ha acontecido.

 

¿El encuentro con el discurso analítico cambió algo en su vida?

 

M.O.: Cada película es un viaje, un atravesar. Vivo cada película como una experiencia. Nunca hago películas seguras. Siempre me sumerjo en lo real y trato de entender, de entenderlo. Inevitablemente, eso me marca cada vez. Son períodos de mi vida que duran tres o cuatro años. La película en Courtil es tal vez la más profunda porque afecta a la intimidad. Creo que este es también el efecto de la película en el espectador. Toca a la relación íntima con el mundo, y con el otro. Tal vez no puedo ahora medir lo que esto ha cambiado. La idea del inconsciente lacaniano, de inventar a partir de su síntoma, es lo que realmente me atrajo y eso me toca todavía.

 

 

 

Marlène Belilos. AP. Psicoanalista en París. Miembro de la ECF y de la AMP

mbelilos@wanadoo.fr

 

Bernard Seynhaeve. AME. Psicoanalista en Lille (Francia). Miembro de la NLS

seinhaeve.bernard@gmail.com