Textos: Entrevista de El Psicoanálisis* a Neus Carbonell e Iván Ruiz, directores del Foro sobre el autismo que se celebrará en Barcelona el 11 de diciembre de 2015 bajo el título: ¿Insumisos de la educación? Foro sobre el autismo

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Han pasado 5 años desde que se celebró en Barcelona el primer Foro sobre el autismo, promovido por la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis en un momento de urgencia en que, frente a la amenaza del régimen de la evaluación, se tenía que intentar abrir algún espacio para el psicoanálisis en este campo. Se trató entonces de un acontecimiento con gran repercusión fuera de nuestros asentamientos, cerca de 600 personas participaron del evento y otros tres foros sobre temas de actualidad le siguieron. En este quinto Foro se vuelve sobre el tema del autismo. ¿Por qué? ¿Sobre qué base se orienta esta vez?

I.R.: Volvemos sobre la cuestión del autismo porque la brecha en lo social ha vuelto a abrirse. Es esta, de hecho, la función de cada Foro, uno por uno, tal como fueron organizados por Jacques-Alain Miller desde la respuesta a la ley Accoyer en Francia. Los foros de la ELP han respondido a la urgencia y han aprovechado la coyuntura de un síntoma en lo social.

En 2010, la urgencia se encontraba en el intento de legislar el tratamiento del autismo. Una asociación de padres en Cataluña, defensora de las TCC, consiguió convencer a los responsables políticos para mejorar la situación de las personas con autismo. Con la mejor de las intenciones, por supuesto, pero con la peor de las formas para conseguirlo, pues su propuesta era recomendar los métodos reeducativos y excluir al psicoanálisis de la oferta democrática a las familias. Su cálculo no llegó a prever la movilización que iba a provocar en los psicoanalistas, pero también en profesionales de disciplinas muy diversas, que sintonizan con nuestro discurso y que se muestran seguros en un punto: el respeto de la solución de cada sujeto para sostenerse en el mundo. En el autismo, esta solución se sitúa muy a menudo en el límite.

En estos momentos, el epicentro de la cuestión está en la escuela. Teniendo en cuenta que el autismo está considerado mayoritariamente como un déficit en el desarrollo cognitivo del sujeto, la propuesta es la reeducación y la escuela es considerada el lugar desde donde llevarla a cabo.

Las TCC han entrado en la escuela para quedarse. Vamos a ver cómo, cada vez más, las indicaciones de los profesionales encargados del tratamiento de los llamados autistas van a dirigirse hacia la escuela. Pero como ellos no van a poder ocuparse de llevarlas a la práctica, les

será encargado a los maestros. Ellos serán los responsables de aplicar las indicaciones de protocolo para los autistas que tengan en sus aulas.

¿Qué lugar entonces va a quedar para el saber de los maestros si la psicología del protocolo para todos invade su terreno? Hace poco, una maestra me explicaba horrorizada la indicación que los padres de una alumna suya, con autismo, habían trasladado a la escuela. Se trataba de una indicación hecha por un neuropediatra de un gran hospital de Barcelona, que tenía como objetivo detener la conducta repetida de esta chica en la escuela y en casa. Se llevaba con insistencia la mano a la boca, obturándola y produciendo una salivación constante. Su recomendación fue la implementación de unas férulas que le inmovilizaran los brazos e impidieran que se llevase las manos a la boca. Ahí donde los psicoanalistas situaríamos la posición autista de esta chica, encerrada en su cuerpo por medio de una satisfacción constante que extrae de taponar el orificio de la boca –el goce de un cuerpo sin agujeros- este profesional lo consideraba una conducta a erradicar a cualquier precio. Aconsejó a la familia estas férulas para los brazos y les indicó que la escuela debía ser el lugar donde aplicarlas el tiempo que hiciera falta. La maestra se opuso firmemente a esta indicación aunque, conviene decir, una decisión como esta no puede hacerse sin la angustia por parte del docente.

El abordaje del autismo desde la escuela produce hoy la angustia de muchos profesionales del campo educativo. Este foro se dirige en gran medida a ellos porque creemos que en esa angustia está la señal de un síntoma social que se presenta hoy en torno al diagnóstico Trastorno del Espectro Autista.

 

Como organizadores de este nuevo Foro ¿qué previsiones tenéis de su repercusión?

N.C.: Foro, no lo olvidemos, en latín quiere decir mercado, lugar de la palabra y del intercambio. Con este nuevo Foro pensamos abrir debates que luego deberán ser retomados de maneras distintas y en ámbitos distintos. Nuestra voluntad es incidir en las personas que están trabajando en ámbitos educativos, tanto en escuelas ordinarias, como en escuelas especiales, como en centros residenciales. Pero también nos dirigimos al Otro de la política, pues estamos seguros de que también aquí podremos encontrar interlocutores.

Este Foro parte sin duda de la experiencia del anterior. En aquella ocasión, el evento tuvo un impacto muy notable en lo social y en lo político. Supimos decir a los políticos —y sobre todo a los gestores políticos, quienes parece que son los que toman las decisiones— que los profesionales orientados por el psicoanálisis lacaniano tenemos mucho que aportar sobre el autismo y estamos dispuestos a hacer oír nuestra voz.

Se está imponiendo una manera de proceder según la cual los gestores tienen el poder para organizar la vida de las personas en base a una supuesta idea de eficacia. Sabemos que, en realidad, ello no esconde sino un marcado sesgo ideológico y económico. Esta ideología relega a los profesionales a un lugar de meros técnicos. Se les pide que se conviertan en obedientes ejecutores de las decisiones que se toman en despachos de gestores. En el Foro del 2010, los psicoanalistas hablamos pero no como expertos sino como lo que somos: intérpretes del malestar. Supimos transmitir la fuerza del discurso psicoanalítico.

Cinco años más tarde el discurso de la eficacia, de la transparencia, de la gestión y de la evaluación sigue su curso imparable, dispuesto a llevarse por delante lo que haga falta. Sus tentáculos se han insertado en el mundo de la sanidad, pero empiezan a notarse ya en el mundo educativo. Al menos en Cataluña, el discurso oficial se va alejando cada vez más de ciertos ideales pedagógicos tradicionales. Si antes se pensaba que los conflictos educativos debían tratarse con medios educativos, ahora se considera —y así lo expresó abiertamente la Consellera de educación, Irene Rigau, con motivo del terrible asesinato de un profesor en un instituto de secundaria de Barcelona— que los conflictos en las aulas pueden evitarse con una pastilla recetada a tiempo. Pareciera que el departamento de educación se ha lanzado a los brazos de la medicina y de la farmacología esperando hallar ahí la solución a los difíciles impases del mundo educativo. Esto, unido a la ideología, ya no solamente de la evaluación, sino de la gestión neoliberal, está invadiendo las vidas cotidianas de las personas que transitan por las aulas. Pero finalmente, este cóctel deja a los sujetos desamparados: a los niños, a los profesionales, a los padres.

I.R.: Hay un claro ejemplo de este desamparo al que se refiere Neus. El pasado 24 de noviembre de 2014, el Tribunal Supremo falló en favor de unos padres que habían denunciado la vulneración grave de los derechos de su hijo a ser escolarizado. En una sentencia previa del Tribunal Superior de Justicia de Aragón, se daba la razón al Departamento de educación del Gobierno de Aragón, que había privado a este chico de seguir en el centro educativo en el que se encontraba debido a los episodios de agresividad hacia los otros y hacia sí mismo que iban en aumento desde que se modificaron los métodos educativos que se le aplicaban. Los profesionales que atendían a este chico, con un diagnóstico de autismo, desaconsejaban la medicación y la salida que proponía la administración educativa a la grave situación generada en la escuela era, o bien medicación o bien el cambio de centro. En concreto, se le recomendaba un centro de día para el que no había plazas, especifica la sentencia.

La medicación o la derivación a un no-lugar son las dos caras de la misma moneda, esto es la segregación. Por supuesto, este no es el único caso en nuestro país pero lo que nos pareció relevante es el modo como el Tribunal Supremo se posicionaba en favor de estos padres. Por un lado, reconociendo la vulneración del derecho a la integridad física del menor y de su derecho a ser escolarizado, pero por el otro, señalando que el origen de la situación generada no había sido estudiada suficientemente. No parece que nadie reparase en el hecho de que la agresividad de este chico fue en aumento desde el momento en que se produjo un cambio de tutora así como de los métodos educativos que habían sido utilizados hasta el momento. Si entendemos que el método está por encima del sujeto, si esperamos que el sujeto se adapte al método y no a la inversa, lo primero que encontramos es la angustia en el sujeto y la actuación de su rechazo.

El desamparo en el que se encuentran cada vez más algunos sujetos autistas, así como sus padres y los profesionales que deben tomar decisiones ante situaciones de esta gravedad, viene del hecho de considerar que, si los resultados de la aplicación de la reeducación son aparentemente exitosos, esto es un éxito del método, pero si la respuesta del sujeto es el rechazo, la oposición o la insumisión, el problema lo tiene el autista.

¿Insumisos a la educación? Lo que proponemos para este Foro es una pregunta. Si el llamado autista, si el diagnosticado de TDHA o de fracasado escolar es reacio a la educación, ¿ante qué rechazo nos encontramos? ¿De qué modo debemos escucharlo y cuestionarnos ante él? ¿Podemos hablar realmente de insumisión en el autismo, cuando en realidad la insumisión requiere del Otro ante el cual el sujeto no está dispuesto a plegarse? Cuando el llamado autista dice no o, sobretodo, lo actúa, ¿es hacia algún tipo de otro que lo hace? Si este foro logra hacer circular estas preguntas entre aquellos que se sientan concernidos por ellas, podremos entender algo más de este Otro que le conviene al autista. Es este el único modo de responsabilizar algo más a este Otro del autista, particular en cada caso, de lo que le pasa a él.

 

En los últimos años, el autismo está siendo objeto de numerosos debates, a nivel clínico, epistémico, social y también político. Los psicoanalistas lacanianos trabajan sin descanso en todos esos frentes. ¿Se han producido modificaciones de las políticas sobre el autismo en España y más en concreto en Cataluña, después de algunos intentos legislativos de excluir al psicoanálisis?

I.R.: El Foro de 2010 generó un debate y una cierta inquietud en los políticos que estaban concernidos. Pero, del mismo modo que el inconsciente se manifiesta en un sujeto para volver después a cerrarse, el debate sobre la cuestión se terminó. Diría, incluso, que los efectos de ese debate, la “polémica”, como fue denominada por la prensa escrita, fue hacer pasar las decisiones políticas por fuera del consenso profesional y por fuera también de los medios de comunicación.

Vemos hoy cómo el “Departament de Sanitat de la Generalitat de Catalunya” financia la formación de todos los profesionales de la salud mental infanto-juvenil pública para diagnosticar y tratar el autismo a partir de la perspectiva de las TCC, o cómo recomienda explícitamente la reeducación y la medicación para los casos de hiperactividad. Así se hacía eco el diario El País, en un artículo publicado recientemente, de las declaraciones de Cristina Molina, directora del Plan de salud mental y drogodependencias, desde donde se proponen las políticas destinadas al tratamiento del autismo: “Salud también resuelve la polémica sobre la alarma de una posible sobremedicación de los niños y prioriza la psicoterapia conductual para padres como tratamiento inicial. Únicamente ante un TDAH moderado o grave se recomienda el tratamiento combinado (psicológico, farmacológico e intervención psicopedagógica en la escuela)”[1]

Estamos ante una repetición de lo mismo: los representantes políticos se apoyan en las indicaciones de los técnicos, que diseñan las políticas sanitarias, y se pronuncian sobre cuestiones profesionales para las que no existe un consenso profesional. Sabemos que estos casos “moderados o graves” de TDHA a los que se refiere la señora Molina serán, en realidad, todos los casos que lleguen a obtener este diagnóstico y que, además, muchos de los niños o adolescentes que “molesten” o “fracasen” en la escuela serán empujados a este diagnóstico, pues es el que goza a partir de ahora del reconocimiento de la administración catalana, en este caso, y para el que se dispone ya de un protocolo y una medicación supuestamente diseñados a medida.

Las modificaciones en las políticas sanitarias van en este sentido: los sujetos que no se adecúan a las exigencias educativas son diagnosticados o bien de autistas o bien de hiperactivos. Y este fenómeno lo encontramos a nivel estatal. En efecto, hay muchos colegas que trabajan en diversas partes del territorio y que son especialmente sensibles a estas cuestiones. Algunos de ellos, incluso, sostienen una práctica con el autismo y la psicosis en la infancia desde hace décadas. Con ellos hemos puesto en marcha el Observatorio de la Escuela lacaniana de psicoanálisis sobre las políticas del autismo en España. Constatamos en estos momentos que, en efecto, la presencia del discurso analítico ha hecho frenar algunas tentativas legislativas. En efecto, de no haber abierto el debate con el Foro del 2010 y por medio de otras tentativas de los colegas de la ELP en sus lugares de trabajo, veríamos hoy como el discurso conductismo para todos habría pasado sin oposición alguna.

Las técnicas cognitivo-conductuales son mayoritarias en nuestro país, de eso no hay duda, y hunden sus raíces, de hecho, en algunas directivas europeas. Es por ello que Éric Laurent se refiere a La batalla del autismo.[2] Pero conviene entender bien de qué modo la batalla se libra en nuestro país, pues, sin ir más lejos, no se ha producido una confrontación tan clara como Francia la ha tenido recientemente. Aquí, las TCC se han hecho con un semblante “amable” que les hace decir, por ejemplo, que los métodos reeducativos se aplican teniendo en cuenta las particularidades de cada niño. A los adultos no se los nombra, pues no es de la reeducación de la que se espera nada para ellos, sino más bien de la contención física y la modificación de la conducta pura y dura. Pero en los niños, “tener en cuenta las particularidades de cada uno de ellos” es una apropiación de lo que el discurso analítico sostiene. Con una diferencia, que las TCC, una vez se han adaptado al sujeto y han conseguido de él su consentimiento, el paso siguiente es apoderarse de él.

Vamos a ver cómo, progresivamente, los profesionales relevantes que asesoran a los políticos van a ir apropiándose del discurso psicoanalítico, una vez más, que pone en primer lugar al sujeto y sus invenciones para borrar ellos la especificidad de nuestro discurso y ofrecer una versión más soft del conductismo de los años 60, que no entre en contradicción con los derechos humanos. Pero los psicoanalistas debemos advertir que la presencia actual del autismo en lo social, nunca vista hasta este momento, genera otras formas de segregación.

N.C.: En efecto, debemos estar atentos a estas nuevas formas de segregación. Detrás de significantes aparentemente tan inocuos como “inclusión”, “integración”, acechan formas radicales de segregación. ¿Cómo incluir a un sujeto que no quiere incluirse? Esta vía llevada a sus últimas consecuencias implica la desaparición del sujeto, por ejemplo bajo ingentes dosis de medicación. Cuanto más apriete el discurso de la inclusión y de la normalización, más casos veremos aparecer de los inincluibles, que serán segregados en condiciones cada vez más inhumanas.

La reeducación tiene como horizonte el ideal de la normalización, y ello no va sin la supresión del síntoma. El psicoanálisis en este sentido es muy claro: suprimir el síntoma sin tener en cuenta su función puede llevar a un descalabro subjetivo, a la formación y multiplicación de nuevos síntomas. El mundo educativo está sufriendo bajo estos parámetros, el foro está pensado para poder dialogar sobre todo ello.

 

¿A qué responden estos intentos de exclusión del psicoanálisis?

N.C.: El psicoanálisis es algo muy extraño en un mundo regido por los principios del mercado. No es una técnica que se pueda patentar o vender en cómodos cursos rápidos. El psicoanálisis nunca ha tejido alianzas con el poder, su función ha sido más bien interpretarlo. De hecho Lacan analizó su naturaleza de semblante. El psicoanálisis tampoco se lleva bien con el discurso de la gestión, su mundo es el del síntoma, le interesa lo que no anda bien. Frente al discurso de la transparencia aduce que el goce hace al sujeto opaco a sí mismo. Con la ciencia mantiene un pulso tenso. La tecno-ciencia, la sociedad de la vigilancia y de la evaluación no lo han seducido ni doblegado, muy al contrario el psicoanálisis ha analizado bien sus consecuencias mortíferas para el sujeto.

En fin, el psicoanálisis va muy a contracorriente de lo actual. No debe extrañarnos que haya intentos de exclusión. Algunos francamente mal intencionados, otros por la peor de las ignorancias. La cuestión es cómo hacemos para seguir navegando aun cuando los vientos soplan en otras direcciones. Ahí radica nuestra batalla porque, como se ha dicho, lo que está en juego es un modelo de civilización.

 

¿Qué nos podéis decir sobre el alcance y la repercusión del magnífico documental Otras Voces. Una mirada diferente sobre el autismo?

I.R.: El Foro de 2010 evidenció la necesidad de que los psicoanalistas expliquemos a un público lo más amplio posible cuál es nuestra posición con respecto al tratamiento del autismo. No hay que olvidar que este término fue introducido en el campo médico gracias al intercambio de Sigmund Freud y Eugen Bleuler. El psiquiatra austriaco Leo Kanner lo adoptó para referirse al encapsulamiento de algunos de los sujetos que estudió y, posteriormente, fue la neurología la que se apropió de este término para sostener la promesa de encontrar la causa genética de los síntomas que presenta.

Nos encontramos así con un uso muy concreto del saber producido por el discurso psicoanalítico. Durante más de treinta años, ya desde los trabajos de Rosine y Robert Leffort, el Campo Freudiano ha hecho avanzar significativamente el abordaje del autismo. A nivel epistémico, la discusión sobre los límites entre el autismo de Kanner y la psicosis permiten demostrar que las categorías diagnósticas no llegan a explicarlo todo, que su función de consenso profesional produce en cada caso una segregación de lo singular que hay en cada sujeto con un diagnóstico igual al de otros. Es, de hecho, la última enseñanza de Lacan la que nos permite abordar el autismo como una posición del sujeto sin el recurso al nudo entre el lenguaje, el cuerpo y el goce. La posición del autista puede llegar a ser muy estable por fuera de este nudo entre lenguaje, goce y cuerpo, y eso le barra el acceso al vínculo social.

¿Cómo explicar entonces la posición radical tomada por el llamado autista y el vínculo estrecho del autismo y cualquier sujeto? El documental Unes altres veus fue una respuesta a esta pregunta. La película trata sobre el autismo, por supuesto, y sobre el psicoanálisis de orientación lacaniana. Esta fue mi elección para abordar el tema. Pero, sobre todo, la película se refiere a lo singular que puede encontrarse en cada sujeto. No hace falta estar concernido directamente por el diagnóstico de autismo para sentirse interpelado por el documental. El espectador encuentra en él la pregunta que está implícita en el autismo y en todo aquel que pasa por la experiencia de un psicoanálisis: ¿Qué significa hablar?

Dos años después de su presentación oficial, Unes altres veus ha sido estrenada en más de treinta ciudades de todo el mundo. Cuando hablamos de la transferencia de trabajo en las Escuelas de la Asociación Mundial de Psicoanálisis nos referimos también, creo, al trabajo de los colegas que, en este caso, han llevado Otras voces a sus ciudades y han hecho presente, por primera vez en algunos casos, el psicoanálisis de orientación lacaniana en referencia al tratamiento del autismo. Para algunos padres, madres y profesionales, esta película es hoy una puerta de entrada al discurso analítico.

He recogido los efectos del encuentro con muchos de ellos en un libro que va a llevar por título Otras voces escritas y que publicará próximamente la editorial Gredos, en su colección que edita con la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, y que dirige Vicente Palomera.

 

En Europa tenemos algunos ejemplos de instituciones que acogen niños y jóvenes autistas desde la perspectiva del psicoanálisis, contamos con ese precioso documental de Mariana Otero, A cielo abierto, sobre la institución Belga de Le Courtil. ¿Qué experiencia se puede extraer del tratamiento de sujetos autistas, así como de las instituciones que acogen estos casos?

I.R.: La creación, hace ya más de treinta años, de instituciones en Europa, por parte de psicoanalistas lacanianos, da cuenta de una posición ética respecto del síntoma de algunos sujetos en la psicosis y el autismo. Pero también de un deseo consecuente con la lectura de Freud, Lacan y de la orientación de Jacques-Alain Miller.

El funcionamiento de algunas de estas instituciones, que conocemos bajo el nombre de Práctica entre varios, implica tomarse en serio el hecho de que para el psicótico es el Otro quien está loco. Es entonces al Otro a quien hay que tratar y se espera precisamente de la institución, en tanto que Otro que debe acoger el síntoma del sujeto, que se abstenga de querer curar la psicosis y que se separe lo más posible de los ideales de normalidad.

Así, las instituciones que fundaron el RI3 (Red de instituciones infantiles) –Le Courtil, Nonette y la Antenne 110– mantienen una posición decidida con relación al discurso educativo, pues es por medio de lo educativo que vemos, cada vez más, cómo el ideal de normalidad recae sobre el autista.

Para apoyarnos en el síntoma del sujeto, la demanda consustancial a la educación debe quedar en un segundo plano. De no ser así, en la psicosis y el autismo lo que encontramos es la respuesta del sujeto que cae, o bien del lado de la hiperdocilidad o bien del de la agresión hacia los otros o hacia sí mismo.

¿Es posible, sin embargo, para las instituciones que acogen en nuestro país a sujetos autistas y psicóticos desprenderse del ideal educativo y operar a partir del síntoma del sujeto? No es seguro. Existen aquí algunas experiencias a las que vamos a dar lugar en el Foro, a la vez que invitaremos a las instituciones europeas orientadas por el psicoanálisis lacaniano a que vengan a transmitirnos su posición en relación con la educación, los aprendizajes, la demanda de normalidad del Otro social, etc.

 

Hace ahora dos años, en 2013, se publicó vuestro libro: No todo sobre el autismo. ¿Cuál fue el motor de esa producción?

N.C.: Queríamos escribir un libro que transmitiera, de la manera más clara posible, lo que el psicoanálisis tiene que decir, que es mucho y muy original, sobre el autismo. El motor partió de la experiencia de encontrarnos con familias, maestros y muchas de las personas que están con niños autistas que nos preguntaban acerca de la subjetividad de las personas con autismo. Nos dimos cuenta de que, lo que el psicoanálisis ha dilucidado debe poder salir de los consultorios, de las instituciones, porque va mucho más allá del tratamiento del autismo, es sobre todo una cuestión de civilización. Finalmente, nuestro libro plantea que la cuestión del autismo pone sobre un primer plano cómo va a tratar nuestra civilización lo real. Y desde luego no es nada alentador. Así que no nos cabe duda de que hay que librar una batalla.

 

Vayamos a la clínica. Actualmente la causa del autismo parece una pregunta principal de muchas de las investigaciones que se llevan a cabo desde distintas orientaciones, incluso desde el psicoanálisis, pero ésta conlleva un límite, ¿cierto imposible quizás? ¿Cómo se orienta, en este sentido, el psicoanálisis en el tratamiento del autismo?

N.C.: El autismo nos confronta de manera clara con lo que Jacques-Alain Miller ha llamado el misterio de la unión del cuerpo y la palabra. El pensamiento tecno-científico se lleva mal con los misterios, de ahí el ahínco con que se persigue la causa. Para el psicoanálisis, el misterio seguirá estando el día después de haber encontrado de forma inapelable una etiología orgánica del autismo lo cual, por cierto, está aún bastante lejos de ocurrir. Se busca la causa del autismo porque su cura depende de ello. Para los que nos orientamos por el psicoanálisis, lo que está en juego es otra cosa. En primer lugar, porque el sujeto no tiene cura. Recordemos que Lacan llegó a afirmar que el sujeto siempre es feliz. Finalmente, el sujeto se las arregla como puede con su cuerpo parasitado por el “aparato lenguajero”. Partiendo de ahí, es cierto que a los sujetos calificados como autistas les cuesta mucho más arreglárselas. El psicoanálisis procede con ellos como con cualquier otro sujeto, toma la vía del síntoma como única solución digna al malestar que puede producir esta misteriosa unión entre cuerpo y palabra.

 

Hay cierta controversia en considerar al autismo como un tipo de psicosis o considerarlo como una estructura diferente a aquéllas. ¿Qué límites -si los hay-, podemos encontrar en el abordaje del autismo con el concepto de estructura?

I.R.: El concepto de estructura es ciertamente problemático para los casos de autismo, en concreto, en aquellos en los que el sujeto no ha accedido a la palabra. La estructura supone de algún modo el Otro, ese Otro del que Lacan se sirvió para referirse a los elementos significantes mínimos con los que una cadena significante se construye. El Otro es la cadena significante en la que el sujeto se hace representar, desapareciendo él mismo como sujeto y perdiendo algo de resultas de ese proceso. Cuando un niño se inicia en el lenguaje, lo va a hacer después de apropiarse de algunas palabras, que son siempre del Otro, e incorporando la voz con las que darles cuerpo. Podemos considerar esa voz como el objeto que el niño ha debido extraer del Otro. Aunque la voz, si seguimos la enseñanza de Lacan, no es únicamente la capacidad fónica del ser humano que le permite emitir sonidos en forma de palabras reconocibles por otros. El objeto voz es también la relación del sujeto con lo que dice, el matiz que adquiere la palabra cuando la intención de decir del sujeto no se concreta en su discurso. Eso se pierde en la cadena significante cuando hablamos y nos lleva de nuevo a encontrarnos con un “querer decir”. El “querer decir” no afecta al sujeto autista, más bien él se sitúa lo más lejos posible de este punto. Tampoco es seguro que estos casos de autismo instauren un Otro como tal, este Otro en mayúsculas que nos sirve como lugar de referencia.

En el libro ya mencionado de Laurent, él recuerda que para que esté el Otro para un sujeto, es necesario extraer primero de él un objeto. Plantear entonces una estructura determinada para el autismo plantea esta paradoja: si el sujeto no extrae del Otro un objeto, la voz por ejemplo, ¿qué estatuto adquiere ese Otro para él?

Sin embargo, la última enseñanza de Lacan permite pensar el sujeto y la estructura de otro modo. A partir de los años 60, Lacan deja de interesarse en el uso del término “sujeto”. Incorpora en su lugar el concepto de serhablante (parlêtre). Podríamos decir que el serhablante es el cuerpo afectado por los significantes. Nadie puede escapar a un estilo propio en el uso de las palabras, a cómo el cuerpo las acompaña, las enfatiza, las amortigua o las anula. Del mismo modo que una imagen puede caricaturizar el gesto de una persona, el uso del cuerpo para hablar es reconocible de un modo o de otro en cada persona. El llamado autista no escapa a eso aunque rehúya la palabra. Él también, y sobre todo, está afectado por la palabra cuando precisamente la rechaza. El llamado autista se posiciona ante la palabra evitando lo más posible que ésta afecte a su cuerpo. Pero esta empresa no es siempre exitosa. El rechazo a la voz no es nunca completo por el solo hecho de vivir en un mundo de lenguaje. Lacan lo advertía cuando decía que el autista está en el lenguaje aunque no en el discurso. Podemos encontrar efectos de lenguaje, por ejemplo, en algunos autistas que permiten incluso reconocerles por los sonidos, ruidos, fragmentos de palabras, onomatopeyas o torsiones del lenguaje que han hecho propios. Nada nos impide considerar estos fenómenos de lenguaje como efectos de la palabra en el cuerpo.

 

¿Qué esclarece la clínica del autismo sobre las otras formas de psicosis y qué de las psicosis es útil en el abordaje del autismo? Y aún más, ¿qué del autismo puede modificar o no del abordaje de la llamada “Salud Mental” en general?

N.C.: Recordemos que, para el psicoanálisis, la clínica no es una técnica. No se puede reducir a un protocolo, ni a una lista de “do’s and dont’s” (es decir, qué hacer y qué no). En este sentido, la clínica del autismo no es sustancialmente distinta de la clínica de la psicosis ni, si mucho apuramos, de la clínica de la neurosis. Desde la última enseñanza de Lacan, la orientación por lo real es la única clínica. Ciertamente, lo real se manifiesta a cielo abierto en el autismo y la psicosis, y se requiere de mucha delicadeza para tratar con él. Nosotros hemos hablado a menudo del enorme impacto que la clínica del autismo ha tenido en nuestra experiencia, no solo como practicantes sino como analizantes. En este sentido, para nosotros, esta práctica nos ha enseñado mucho sobre lo real, es decir, sobre lo que resulta de la unión entre la palabra y el cuerpo.

No cabe duda de que la orientación por lo real tendría mucho que decir sobre el abordaje de la salud mental. Para empezar, ningún protocolo podrá reducir lo real en juego. Pero en fin, no parece, al menos de momento, que las instancias implicadas estén dispuestas a escucharnos.

 

Eric Laurent, en el libro La batalla del autismo, que ya habéis citado, apunta a una nueva hipótesis sobre la concepción de “borde” en el sujeto autista como la consecuencia de la inexistencia del trayecto pulsional. A falta de un cuerpo, el sujeto autista constituye un “caparazón” corporal en el que se encierra y funciona como una burbuja de protección frente al Otro experimentado como invasor. Bajo esta teoría, ¿cómo se accede a este cuerpo blindado?

N.C.: La pregunta de qué Otro se trata en el autismo es toda una cuestión. Iván Ruiz lo mencionaba anteriormente. El psicoanálisis lo ha abordado de maneras distintas, creemos que en un intento de cernir algo que no es para nada fácil. Los Leffort hicieron famosa su afirmación de que para el autista no hay Otro. Seguramente hoy, a la luz de la ultimísima enseñanza de Lacan, y tal y como ha sido aclarada por Jacques-Alain Miller, diríamos que el Otro en el autismo es real. Simbólico y real están pegados o, quizás, en continuidad. Entonces, el sujeto con autismo intenta defenderse de lo real como puede, pero lo tiene muy difícil. Cualquier cosa lo hace aparecer en cualquier lugar. Para empezar, la topología que distingue lo interior de lo exterior no existe para quien los tres registros están en continuidad. Entonces, lo que se ha llamado “caparazón” no es una mala defensa. Digamos que es un intento de construir algún tipo de topología. Aunque, para ser rigurosos, solo es un caparazón para nosotros, no estoy segura de que tenga ese estatuto para el sujeto autista. El tratamiento procede a partir de la pregunta de cómo construir un exterior y un interior que, como sabemos, solo es posible después de la separación del objeto.

En el autismo no hay separación, pero sí que en los tratamientos suceden cosas. Así, la extracción del Uno es el primer paso. Cuando se consigue, cambia la relación del sujeto con los otros y, a menudo, con el lenguaje y con el cuerpo. Y esa extracción no es sin el Otro. Así, por ejemplo, un niño puede llegar a repetir algunos significantes y quedar atrapado en el goce de lalangue. Pero un acto del Otro puede convertirlos en S1, entonces ya pueden incluso participar del intercambio. Cuando eso se consigue diríamos que el caparazón parece hacerse más ligero.

I.R.: Laurent se refiere, precisamente, al borde en el autismo como esa zona de intercambio que establece el sujeto con el mundo que le rodea y que viene al lugar de un cuerpo que no existe, que está subjetivado como tal. ¿De qué modo, si no, podemos entender la angustia que puede suponer para un autista que le sea retirado el objeto al que se aferra, como si de una parte de su propio cuerpo se tratase. No creo que podamos hablar de un circuito pulsional en el autismo porque no hay la experiencia de un cuerpo como tal. Sí vemos cómo el autista, por ejemplo, establece ciertos circuitos de satisfacción que permanecen encerrados en una parte de su cuerpo o que se dirigen a un objeto en particular. Pero son circuitos en los que la falta, la falla, está proscrita. El autista no tiene un cuerpo, él es un cuerpo y es la satisfacción que obtiene de él.

En este sentido, si somos capaces de producir un desplazamiento de esta satisfacción a zonas que amplíen su límite corporal -la experimentación con la voz puede ser una de ellas- surgirá entonces también esa zona de intercambio en la que, como dice Laurent, cualquier invención sirve para ampliarla. Es en esa zona de intercambio -que es de intercambio porque contamos con el consentimiento del sujeto- en la que van a producirse incluso los efectos de regulación sobre el cuerpo, los aprendizajes, la incorporación de lo educativo y, por qué no, la elaboración de un saber sobre el mundo.

Esta es una de las aportaciones que los psicoanalistas podemos hacer al campo educativo. Por su lado, los profesionales que trabajan en contextos educativos diversos podrán dar cuenta en el Foro de cómo se las arreglan para producir cada vez esa zona de intercambio y de todos aquellos elementos que la torpedean.

 

*Entrevista realizada por José Manuel Álvarez, Andrea Freiría y Pepa Freiría

 

 

 

Neus Carbonell. AP. Psicoanalista en Barcelona. Miembro de la ELP y de la AMP

neus_carbonell@hotmail.com

 

Iván Ruiz. AP. Psicoanalista en Barcelona. Miembro de la ELP y de la AMP

ruizacero@gmail.com

 

José Manuel Álvarez. AME. Psicoanalista en Barcelona. Miembro de la ELP y de la AMP

josemalvarezlopez@gmail.com

 

Andrea Freiría. Psicóloga clínica y colaboradora de la revista El Psicoanálisis

andreaf39@hotmail.com

 

Pepa Freiría. AP. Psicoanalista en Barcelona. Miembro de la ELP y de la AMP

pepafreiria@gmail.com

[1] “Salud unifica los criterios para diagnosticar la hiperactividad”, El País, 6 de mayo de 2015

[2] Laurent, É. La batalla del autismo, Ed. Grama, 2013